miércoles, 18 de junio de 2008

IX-064 La Belleza y la Fuerza de la Oración.


Jesús nos enseña a orar, con su ejemplo, oraba todos los días al Padre, tanto en los momentos felices como en los momentos aciagos, para pedir y para dar, para rogar y para agradecer. Jesús nos dice como debemos orar, en nuestro cuarto, a puertas cerradas, a solas con Nuestro Padre del cielo, pero también en grupo cuando nos ponemos de acuerdo para hacer idénticas peticiones, también nos indica como no debemos hacerlo, no debemos hacerlo para que nos vean, ni para que crean que somos santos, no se trata de cubrir las apariencias. Y Jesús nos dice qué cosa debemos orar, nos enseña el Padre Nuestro, en el que primero alabamos al Padre, le adoramos y le deseamos, luego pedimos, lo esencial, el alimento, su perdón y su protección.

Dios nos pide oración, quiere que nosotros nos comuniquemos con El, que le expresemos nuestros sentimientos, que le mostremos nuestro agradecimiento por habernos creado, por insuflarnos la vida, por todo lo que ha creado para que nosotros seamos felices en la tierra y por todo lo que nos promete para la vida eterna, quiere también saber de nuestras angustias, de nuestras peticiones, de nuestra alegría y de nuestro dolor, porque El está atento, pendiente de nosotros, sólo tenemos que abrir nuestro corazón y acercarnos a El como niños que corren a los brazos del padre para llenarse de confianza y de fortaleza.

La oración es belleza porque es una flor que nuestro espíritu pone en el altar de la divinidad, cuando rezamos el Rosario a la Virgen Santísima estamos haciendo un ramillete de avemarías, adornadas con Padrenuestros y perfumadas con el aliento de nuestro corazón.

Cuando tenemos un dolor o una preocupación y la ponemos en nuestra oración estamos haciendo un bouquet de lágrimas y sollozos que llega con todos nuestros sentimientos hasta las puertas del cielo.

La oración frecuente es característica común a todos los santos, a la santidad se llega por el camino de la oración y la pureza espiritual se logra con el escudo protector de la oración. Por ello la oración es también fuerza, tanto para el espíritu como para nuestro cuerpo, porque Dios nos escucha y su respuesta es vida que se vierte sobre nuestra alma y sobre nuestro cuerpo.

Hagamos pues espacio suficiente en nuestro quehacer diario para dar cabida a la oración, para abrir nuestro corazón a Dios, mostrarle la belleza de nuestro amor y pedirle su fuerza para seguir adelante cobijados bajo su protección amorosa.

Diccionario Religioso:
Oración: (Del latín orationis, razonamiento público) Ejercicio de la inteligencia y de la voluntad del hombre para dirigirse a Dios con el fin de alabarle, darle gracias, implorar el perdón de los pecados o pedirle cosas que le son necesarias y convenientes. Se ha denominado también oración el acto de invocar la piadosa intercesión de María, de los ángeles y los santos.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

No hay comentarios: