Recordemos el pasaje del encuentro de Jesús con la samaritana que nos narra San Juan en el capítulo cuatro de su evangelio.
Tras una larga caminata en su viaje de Judea a Galilea, Jesús pasa por la tierra de los Samaritanos y se sienta a descansar al borde de un pozo al que ha ido a sacar agua una mujer samaritana, ella no sabe quién es él, sin embargo, reconoce que es un Judío y no olvidemos que los judíos no se trataban con los samaritanos. Jesús le pide de beber y ella le responde: “¿Cómo tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?” y Jesús le responde: “Si conocieras el don de Dios, si supieras quien es el que te pide de beber, tú misma le pedirías agua viva y él te la daría” (Jn 4, 9-10). Y más adelante agrega: “El que beba de esta agua (se refiere a la del pozo) volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en un chorro que salta hasta la vida eterna.” (Jn 4, 13-14)
Esa “agua viva” de la que habla Jesús es el Espíritu Santo, como nos dice San Juan en otra parte de su evangelio: “Jesús puesto en pie, exclamó con voz potente: “El que tenga sed, que venga a mi. Pues el que cree en mi tendrá de beber. Lo dice la Escritura: De él saldrán ríos de agua viva”.Decía esto Jesús refiriéndose al Espíritu Santo que recibirían los que creyeran en él. (Jn 7, 37-38).
En nuestro mundo de hoy son muchos los que no conocen el don de Dios, son muchos los que teniendo enfrente a Jesús, no le reconocen. No se acercan a la Iglesia, cuya cabeza es Cristo, porque la ven como a un extraño que solo está allí para sacarles algo, pera pedirles de beber, para exigirles por medio de reglas de comportamiento un cambio en su vida actual, no se dan cuenta que es todo lo contrario, quien tiene que ganar es el que recibirá esa agua viva que le quitará la sed para toda la vida y que una vez en él se transformará en ese chorro, ese camino abierto hacia la eternidad.
Vamos pues a ponernos cara a cara al Señor, vamos a pedirle que nos haga beber de esa agua viva, ahora sabemos que no está sentado a la orilla de un pozo en el camino, sabemos donde encontrarle, El nos espera en el Sagrario, en la Eucaristía, en los Sacramentos, acudamos prestos, dispuestos a beber del agua viva que nos conducirá a la eternidad. El Espíritu Santo morará en nosotros en la medida en que acojamos la Palabra de Dios.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.