El que ama a Dios es también amante de su voluntad. Amar la Voluntad de Dios es una forma de demostrar que amamos a Dios.
Tenemos razones profundas por las que debemos amar a Dios, la principal de ellas consiste en que El nos amó primero a nosotros.
Esto queda plenamente demostrado con la cantidad de regalos que nos ha dado desde la creación del mundo: las tierras, los mares, el cielo y sus estrellas, las criaturas vivientes de todas las especies que creó sujetas a la voluntad del hombre, las plantas y hasta el aire que respiramos, todos son regalos de Dios, demostraciones de su amor por nosotros, El nos ha creado a nosotros por amor y para que le amemos, nos ha dado un cuerpo y nos ha insuflado un espíritu, un halito de vida, a cada paso que damos, a cada mirada de nuestros ojos nos vamos a encontrar con todos esos regalos, seríamos realmente ingratos si no reconociéramos esto y nos negáramos a retribuir ese amor. Sin embargo, hay muchos que lo hacen e incluso nosotros mismos actuamos muchas veces como ellos, olvidándonos de su magnanimidad y de ese amor eterno que Dios nos tiene.
Entre los muchos regalos de Dios está nuestro libre albedrío, ese poder que se nos ha dado para decidir entre el bien y el mal, para decidir si amamos o no amamos a Dios nuestro Padre, y es que El quiere que le amemos por nuestra propia decisión, no nos obliga a hacerlo, tiene que ser algo voluntario que salga de nuestro corazón y de nuestra mente por decisión nuestra.
A diario nos encontramos frente a situaciones que nos revelan la Voluntad de Dios, acontecimientos que nos traen alegría y acontecimientos que nos traen tristezas, hechos que levantan nuestro espíritu y otros que nos humillan frente a la vida, aflicciones y desengaños, son como golpes que vamos recibiendo, unos mas fuertes que otros, penas que nos agobian y que nos hacen dudar del amor de Dios hacia nosotros.
Todo el conjunto forma parte del plan de nuestra vida que Dios ha preparado para cada uno de nosotros, todo ello es expresión de la Voluntad de Dios, son pruebas que deben servir para fortalecer nuestro espíritu y nuestro amor a Dios, pero que lamentablemente en algunos casos no son superadas y las almas se pierden sin remedio.
Amemos la Voluntad de Dios, no nos opongamos a ella, mantengamos la vigencia y la fidelidad de nuestro amor a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sepamos claramente distinguir entre lo temporal y lo eterno y seremos felices para siempre.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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