LA JUSTICIA DE DIOS.
En muchas ocasiones escuchamos comentarios sobre algún mal acontecido a otras personas y se habla de “la justicia de Dios”, es decir que imaginamos que aquellas infortunadas personas habrían previamente cometido algún pecado y que lo que les sucede actualmente es un castigo de Dios por su mal comportamiento. En cambio si la tragedia nos ocurre a nosotros, nos preguntamos ¿Qué le he hecho a Dios para que a mi me acontezca esto que me está pasando? Pensamos que en este caso Dios está siendo injusto con nosotros.
En muchas ocasiones escuchamos comentarios sobre algún mal acontecido a otras personas y se habla de “la justicia de Dios”, es decir que imaginamos que aquellas infortunadas personas habrían previamente cometido algún pecado y que lo que les sucede actualmente es un castigo de Dios por su mal comportamiento. En cambio si la tragedia nos ocurre a nosotros, nos preguntamos ¿Qué le he hecho a Dios para que a mi me acontezca esto que me está pasando? Pensamos que en este caso Dios está siendo injusto con nosotros.
Si analizamos ambas posiciones, en las cuales estamos haciendo de jueces, fíjense que hay en el fondo un supuesto y es que consideramos de antemano culpables a los demás y nos consideramos a nosotros inocentes, nos creemos siempre mejores que los demás. Esto es lo que podríamos denominar la Justicia Humana, la cual es muy diferente de la Justicia Divina. La justicia Divina es la justicia de Dios que está muy por encima de la nuestra y se realiza realmente en la otra vida, no en esta.
Recordemos un pasaje del evangelio de San Lucas en el que Jesús hace referencia a una gran tragedia ocurrida a una personas que estaban construyendo una edificación y ésta se derrumbó, muriendo aplastados: “Y aquellas dieciocho personas que quedaron aplastadas cuando la Torre de Siloé se derrumbó, ¿creen ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Yo les aseguro que no. Y si ustedes no renuncian a sus caminos, todos perecerán de igual modo.” (Lc 13, 4-5).
En los tiempos de la predicación del Señor y antes de su venida, no existía ningún conocimiento acerca de la otra vida y por tanto se pensaba que los castigos de Dios ocurrían en este mundo. Jesús nos ha enseñado a creer en la Vida Eterna, en la Vida del mundo futuro, como lo decimos en el Credo, también decimos que creemos en que “vendrá a juzgar a vivos y muertos”, por tanto no podemos pensar que las cosas que ocurren en esta vida son expresiones de la justicia de Dios. El mismo Jesús nos asegura que no es así.
Tanto las tragedias que ocurren a los demás, como las que ojalá nunca nos ocurrieran a nosotros, son en realidad señales que usa el Señor para que tomemos conciencia de nuestra vida y enderecemos nuestro camino, renunciando al pecado y siendo temerosos de ofender a Dios.
La Justicia de Dios si existe, no se puede creer en Dios sin pensar en que existe su justicia, pero ella no es el resultado de nuestros propios juicios ni ocurre cuando nosotros lo consideramos oportuno, sino cuando Dios en su infinita sabiduría lo juzgue conveniente. Alabado sea el Señor.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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