jueves, 24 de septiembre de 2009

X-076 Incapaces de amar.


INCAPACES DE AMAR.

Les invito ahora a meditar sobre los efectos negativos del pecado en nuestro comportamiento espiritual. Pecar es ofender a Dios, significa que voluntariamente nos hemos apartado de su gracia, esa gracia que es nuestra alegría y nuestro deseo de amar, porque estar cerca de Dios facilita esa corriente beneficiosa que es capaz de llenar nuestro espíritu y desbordarse hacia los demás, por el contrario cuando pecamos nos apartamos de Dios que es amor, que es quien nos comunica la capacidad de amar y ser amados, por tanto al vivir en pecado somos incapaces de amar.

Debemos ser temerosos de ofender a Dios, ni siquiera con pecados veniales, porque un pecado por simple que sea va creando las condiciones para cometer otros de mayor importancia, el pecado es como una hierba mala que va ahogando nuestras plantas y las va debilitando hasta conseguir su propósito final que es la pérdida de nuestra felicidad eterna. Si tenemos el Santo Temor de Dios, no el temor a que nos castigue, sino el temor a no ofenderle, porque es un Dios bueno que nos ama y nos cuida, estaremos protegidos contra la iniciación de ese proceso pecaminoso, en cambio cuando caemos en las tentaciones del enemigo, la vista se nos nubla y se anula nuestra percepción, ya las faltas subsiguientes no nos parecen tan graves y comenzamos a cometer nuevos pecados, un pecado lleva al siguiente y así sucesivamente..

Jesús nos dice en el evangelio de San Lucas: “Yo les digo a ustedes, amigos míos: No teman a los que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Yo les voy a mostrar a quien deben temer: Teman a Aquel que, después de quitarle a uno la vida, tiene poder para echarlo al infierno. Créanme que es a ese a quien deben temer.” (Lc 12, 4-5).

Así que lo primero debe ser el Santo Temor de Dios, para mantenernos en la gracia, para estar cerca de El y que nos comunique su torrente de amor y nos haga capaces de amar y ser amados, pero si caemos en ese resbaladizo piso del pecado, levantarnos y no dejarnos arrastrar más allá, acudir a los sacramentos y volver presurosos al estado de gracia que siempre debe ser nuestra aspiración más sentida.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.

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