viernes, 21 de junio de 2013

XIV-047 El pecado cometido a solas


EL PECADO COMETIDO A SOLAS.

Muchas veces nos excusamos internamente al cometer un pecado “a solas”, porque decimos que con ello no hemos perjudicado a nadie, no hemos escandalizado, ni ha habido consecuencias irreparables y esa excusa pretende devolver la tranquilidad a nuestro espíritu. Sin embargo, el pecado cometido a solas, como tal, no existe, porque nunca estamos a solas, tenemos siempre a nuestro lado al ángel de la guarda y al propio Dios que siempre nos acompaña, es decir que cuando cometemos un pecado de esos que llamamos “a solas” en realidad lo estamos cometiendo frente a aquellos a quienes menos quisiéramos ofender.
Recordemos el Evangelio de San Mateo cuando Jesús nos dice que hagamos oración en secreto y no delante de los demás, y expresa:   “Pero tú, cuando entres en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre que ve en lo secreto, te premiará.” (Mt 6, 6) De manera que es Jesús mismo el que nos explica que cuando decimos que estamos a solas, realmente no es así, nuestro Padre celestial siempre nos acompaña. Por eso pensar que si cometemos un pecado, cuando nadie nos está viendo, es un secreto, puede que sea así para los demás, pero la verdad es que nuestro Padre ve en lo secreto y nos está mirando.

Hay muchísimas cosas pequeñas que a nuestro parecer son insignificantes y que las hacemos cuando estamos solos y que para Dios no pasan por alto, incluso cosas que son tan secretas como nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestros juicios, sobre los cuales no hemos dicho ni media palabra. Dios está siempre pendiente de nosotros, lo lógico es que nosotros también estuviéramos siempre pendientes de Dios, para agradarle, no para ofenderle ni para agraviarle. Vamos a descubrir el valor de todas esas pequeñas cosas que agradan a Dios:  jaculatorias, oraciones, novenas, pequeños sacrificios, rosarios, buenas intenciones, ideas caritativas y pensamientos positivos, estando seguros de que Dios va a atesorar todo lo bueno que hagamos en su presencia y ese es un tesoro que nadie nos puede quitar, que no le caerá el moho ni la polilla y que a la hora de nuestro juicio hará inclinar la balanza a nuestro favor.

Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros, por eso no debemos temer la presencia de Dios cuando estamos solos, por el contrario este pensamiento nos debe conducir a dirigir nuestro espíritu y nuestro corazón hacia El y agradecerle por su presencia y por su compañía que nos brinda seguridad y confianza. Seamos sinceros con nosotros mismos y no pretendamos engañarnos con excusas falsas, llamemos al pan, pan, y al vino, vino, y nuestra conciencia no tendrá nada que reprocharnos. La próxima vez que estemos solos recordemos que Dios está allí y tendremos la fuerza para vencer las tentaciones.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Que la paz de Cristo reine en tu corazón, que tengas un feliz fin de semana y no olvides el Rosario en Familia y la asistencia a la misa dominical.

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