miércoles, 19 de marzo de 2014

XV-013 San José, un hombre justo




SAN JOSÉ, UN HOMBRE JUSTO.

Hoy celebra la Iglesia el Día de San José, así que en primer lugar vaya nuestro saludo afectuoso para aquellos que llevan este glorioso nombre y celebran hoy su onomástico, entre los cuales me cuento pues ese es mi segundo nombre. Son muchos los atributos y sobrenombres que se han dado a San José, pero hemos escogido este, el de “hombre justo” (Mt 1, 19), porque es de un gran contenido, lo cierto es que San José tiene un rango muy elevado y único en el Cielo pues está, como su esposa la Virgen María, por encima de todos los santos.

El significado de las palabras “hombre justo” no implica solamente el hecho de hacer justicia con los demás, de dar a cada quien lo que le corresponda,  sino que bíblicamente se considera justo a un hombre santo, a un hombre perfecto espiritualmente, quizás en las traducciones más recientes de la Biblia se ha tratado de buscar una palabra en español que sea más actual y es por eso que en la Biblia Latinoamericana encontramos la palabra “bueno”  y en Biblias en Inglés encontramos la palabra “upright man” que literalmente significa vertical, o integro.

Y San José tenía muchas razones para merecer este trato de justo, de hombre que posee todo género de virtudes, puesto que antes de casarse con la Virgen María ya era santo, lo proclama el mismo hecho de su escogencia como futuro esposo de la Virgen María. Recordemos que la Virgen había quedado huérfana de padres antes de cumplir los 15 años y que fue el Sumo Sacerdote quien tuvo que ocuparse de decidir cuál de los pretendientes debía ser el novio de María, lo cual lo hizo según cuentan los evangelios apócrifos en forma similar a como se cuenta en el Antiguo Testamento, (Números 17, 1-8) que fue elegido Aarón, el Sumo Sacerdote pidió a los jóvenes aspirantes que pusiesen sus varas junto al altar y una de ellas floreció, la de San José y él fue escogido para ser el esposo y cuidar el tesoro de la Santísima Virgen.

Y si esto no fuera suficiente, si nos vamos más adelante en la historia de este hombre, la convivencia con María su esposa, lo hace aún más santo ya que como puede suceder con cualquier persona, el trato y convivencia con personas santas nos santifica a nosotros y muchísimo más en este caso que se trataba de la Santísima Virgen que era “llena de gracia” y “bendita entre todas las mujeres” y si a todo esto agregamos el trato y convivencia con Jesús durante treinta años, es difícil imaginar cuanta virtud y santidad debió recibir San José, si solamente el roce del manto de Jesús era capaz de curar a un enfermo, cuanta gracia recibiría aquel que lo tuvo tantas veces en sus brazos, lo besó, lo abrazó y escuchó después las palabras que brotaban de su sabiduría divina, sus ejemplos de humildad y de obediencia que recibía cada día durante esta sublime y singular experiencia.

Sin embargo, nosotros no estamos en capacidad de juzgar a las personas, ni como buenos ni como malos, porque nosotros solamente vemos los actos externos de cada quien, no vemos los corazones, como los ve Dios, es por eso que el mismo Jesús nos dice que no debemos emitir juicios ni erigirnos en jueces de los demás, pero entonces vayamos al juicio de Dios, que es el juicio correcto, imaginemos cuanta santidad debió encontrar Dios en San José para confiarle el cuidado de sus tesoros más preciados, a su Hijo Jesús y a la Virgen María que había sido escogida para ser Madre de Jesús, para depositar su confianza en él y San José por su parte cumplió la difícil misión que el Señor le había encomendado. San José tuvo la muerte más santa que podemos imaginar, acompañado de Jesús y de María, poco antes de que Cristo iniciara su vida pública, dado que no estuvo presente en las Bodas de Caná ni en el resto de la vida de Jesús.

Cerremos esta meditación con una cita de Cornelio Alapide: “Los sepulcros se abrieron a la muerte de Jesucristo y varios cuerpos de los santos se levantaron y saliendo de sus tumbas, fueron a la ciudad santa”(Mt 27, 52-53) y agrega Alapide: San José iba el primero…y añadiremos nosotros: Y cuando por la Resurrección de Nuestro Señor se abrieron las puertas del Cielo, fue el primero en entrar a la Gloria de los santos, San José, el hombre justo por excelencia. Alabado sea Dios.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Gustavo Carías.

Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca por siempre.

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