ENTRE LA TENTACIÓN Y EL PECADO.
Vivamos intensamente esta Cuaresma, que sea realmente una preparación para la Semana Santa, para ello es necesario que meditemos en todas aquellas cosas que nos acercan a Dios y aquellas que nos pudieran alejar de él, para practicar las unas y descartar las otras. ¿Qué diferencia existe entre la Tentación y el Pecado? ¿Podemos evitar las tentaciones? ¿Podemos evitar el pecado? ¿Quién pone las tentaciones en nuestro camino? ¿Qué debemos hacer? Vamos a tratar de responder a estas inquietudes que quizás muchos de ustedes están teniendo.
En primer lugar vamos a definir ambos términos, por una parte la Tentación es ese movimiento interior que nos invita a realizar algo que puede ser bueno o malo, según que nos lleve a quebrantar los mandamientos de Dios o no, en tanto que el Pecado es aquel acto que rompe las leyes divinas y que nos separa de Dios, si la tentación es mala y caemos en ella, cometemos pecado. De esta definición podemos deducir que la tentación en sí misma no es pecado, recordemos que Jesús se hizo hombre, igual en todo a nosotros menos en el pecado, y Jesús fue tentado por el demonio en el desierto al comenzar su vida pública, pero rechazó las tentaciones y no cometió pecado.
Todo sería muy fácil si las tentaciones se presentaran con su cédula de identidad por delante y supiéramos de antemano de que se trata y sus consecuencias, pero la dificultad está precisamente en que la tentación siempre se presenta con una máscara que nos muestra los beneficios que nos reportaría pero no la realidad y el maligno es muy hábil en esto de disfrazar las cosas, de manera de hacernos pensar que vamos a obtener o ganar algo, cuando en realidad es mucho mayor lo que vamos a perder si caemos en la tentación. El ejemplo clásico de las tentaciones lo tenemos en el Génesis con la tentación de Adán y Eva en el Paraíso, el Tentador que en este caso es la serpiente, le señala a Eva los beneficios que obtendría si quebranta la prohibición que Dios le había hecho: “ustedes serán como dioses y conocerán lo que es bueno y lo que no lo es.” (Gen 3, 5) y tanto Eva como Adán comieron del fruto prohibido y pecaron. Y la mancha de este pecado fue tan grande que abarcó a toda la humanidad hasta nuestros días, es el pecado original con que todos nacemos.
En la oración del Padre Nuestro, que Cristo enseñó a los apóstoles y que rezamos cada día, le pedimos al Padre: “Y no nos dejes caer en Tentación”, es decir que no le pedimos que ahuyente las tentaciones ni que no las tengamos, lo que le pedimos es la fe y la fortaleza necesaria para vencerlas, en otras palabras que las tentaciones siempre las tendremos, son obra del tentador y representan para nosotros una prueba que debemos superar, desenmascarando al mal y rechazando todo aquello que nos pretenda separar del amor de Dios.
En conclusión, no podemos evitar las tentaciones, pero si podemos evitar el pecado, evitando caer en ellas y si tomamos en cuenta que el demonio es muy poderoso y nosotros somos frágiles, la mejor manera de prevenirnos es alejándonos de la tentaciones, rechazarlas no con violencia ni luchando contra ellas sino apartándonos discretamente y pidiendo a Dios y a la Virgen Santísima que nos de la claridad de mente para identificarla y apartarnos para no caer en ese precipicio que llamamos pecado.
Virgen Santísima, Madre de mi Señor Jesucristo, alcánzanos la fortaleza necesaria para vencer las tentaciones que se nos presenten, y demostrarle así nuestro amor a Dios.
Glorifiquemos a Dios con nuestra vida.
Gustavo Carías.
Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca siempre.
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