QUE JESUS REINE EN NUESTRO CORAZÓN.
Estamos en la Recta Final de la Cuaresma, para decirlo en términos hípicos, ya el viernes próximo es Viernes del Concilio y el domingo será Domingo de Ramos, dando comienzo a la Semana Santa. El Domingo de Ramos es famoso en sus misas por lo largo de la lectura del evangelio, porque es precisamente la narración de todos los detalles referentes a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según alguno de los evangelistas, en esta oportunidad será según San Mateo, en su capítulo 26. Para nuestra mejor preparación, es conveniente comenzar a leer desde ahora este capítulo del Nuevo Testamento y detenernos en cada párrafo para meditarlo y reflexionarlo, ya que durante la misa del domingo no es posible hacerlo y además porque es de un contenido tan intenso y profundo que requiere de nuestra mayor atención para comprenderlo en su verdadero significado.
La preparación que hemos venido haciendo durante esta Cuaresma, despierta nuestro interés por conocer mejor el significado de todos estos sucesos que a pesar de haber ocurrido hace tanto tiempo, siguen siendo recordados hasta en sus más mínimos detalles.
Recordemos que Jesús había tratado de mantener en secreto su identidad como Mesías y como Hijo de Dios, durante todo el tiempo de su actividad pública, solo se lo hacía ver a sus más cercanos seguidores, aunque siempre recomendándoles que no lo dijeran a nadie, todo esto va a cambiar a medida que se acerca la hora de su Pasión. Y tal vez nos hemos preguntado la razón que tenía para mantener este sigilo, y es sencillamente porque sabía cuál sería la reacción de la gente al saberlo, unos le creerían y desearían tenerlo como Rey, pero en cambio otros verían en esto un peligro para sus propios intereses mundanos y tramarían la forma de quitarlo del camino por cualquier medio. Jesús conoce la mente de los hombres y sabe todo sobre sus sentimientos, sobre sus temores y sus vacilaciones, por eso quería mantener este secreto, pero había llegado la hora de revelarlo, la misión que Dios, su Padre, le había encomendado estaba llegando a su punto culminante ya no había más que esperar.
Y así sucedió, los que apoyaban a Jesús y creían en él, los que habían visto sus obras y habían reconocido su naturaleza divina, lo aclamaban y lo querían hacer Rey, lo recibieron con palmas y con júbilo, pusieron sus mantos y sus capas en el piso para que Jesús, montado en un burrito, pasara por encima de ellos y gritaban alborozados “!Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Ahí viene el bendito reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas! (Mc 11, 8-10).
Por su parte los que lo adversaban comenzaron también a moverse y tuvieron incluso la osadía de pedirle al propio Jesús que mandara a callar a la gente que lo vitoreaba, pero Jesús les dijo: “Aunque ellos callaran, hasta las piedras gritarían”(Lc 19, 40) Con estas palabras Jesús nos hace ver que la Creación entera se alegra por la venida de su Creador, al igual que se alegraron la noche de su nacimiento en Belén, y que esa alegría es incontenible.
Nosotros también somos seguidores de Jesús, creemos en él, en sus obras, en su palabra y queremos que como Rey, reine en nuestros corazones, abrámosle la puerta y saludémosle con las palmas del espíritu diciendo “!Bendito sea el que viene en nombre del Señor, Hosanna en el Cielo!”.
Glorifiquemos al Señor con nuestra vida.
Gustavo Carías.
Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca por siempre.
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