lunes, 28 de abril de 2014

XV-019 La Meta debe ser la Santidad






LA META DEBE SER LA SANTIDAD.

Aún resuenan en nuestros oídos las campanas de la Basílica de San Pedro, cantando Aleluya, ayer,  por las canonizaciones de San Juan Pablo II y San Juan XXIII, un reflejo de la alegría de nuestros corazones y de la fiesta universal de cielo y tierra que esto significó. Dos personas, dos hombres de carne y hueso como cualquiera de nosotros que se propusieron alcanzar la meta de la santidad y lo lograron a lo largo de sus vidas, superando todos los obstáculos y problemas que se les presentaron, todas las trampas y tentaciones que el enemigo puso en su camino, para llegar triunfantes a la meta deseada que les abrió las puertas del cielo.

El propósito de estas meditaciones es el de cultivar nuestros conocimientos en materia de nuestra religión, conocer más a Jesús, y de esa manera lograr un crecimiento espiritual, como lo hemos dicho en otras oportunidades, no debemos conformarnos con el nivel que hayamos podido alcanzar, debemos procurar constantemente seguir creciendo y ¿hasta dónde? Hasta la Meta que es la Santidad, porque eso es lo que quiere Dios de nosotros, que seamos santos como El es santo, que seamos perfectos como El es perfecto. No es una meta físicamente expresada como en las carreras deportivas que se deben correr un determinado número de metros o kilómetros, para luego obtener de los jueces el premio al ganador, pueden ser más o pueden ser menos y no habrá un solo ganador sino que serán ganadores todos los que alcancen la meta. Es como en esos maratones olímpicos en el que tanto mérito tiene aquel que terminó de primero a las tres de la tarde, como aquel que haciendo un esfuerzo supremo, concluye la carrera cuando ya está oscureciendo y se desmaya al cruzar la llegada. Lo importante es que lleguemos a los brazos de Jesús que los tiene abiertos esperándonos a todos y cada uno de nosotros y no nos dejará caer desmayados al llegar.
Se dice de Juan XXIII que desde Joven aspiraba a llegar a ser santo, este es un propósito que nos puede ayudar y podemos conversarlo en nuestras oraciones con Jesús y la Virgen, para que ellos a su vez nos ayuden a lograrlo, podemos por ejemplo pedirle al Espíritu Santo que borre de nuestras mentes cualquier pensamiento adverso que nos lleve a pensar que es imposible lograr nuestra meta, vamos a dejar atrás la vida pasada, no debemos voltear la mirada sino pensar en el recorrido que debemos hacer cada día, con la mente puesta en la meta que debe ser la santidad.

Que el camino es exigente? Si, lo es y es por eso que representa un reto, una prueba que debemos superar.

En el evangelio de San Mateo nos dice Jesús: “Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos” (Mt 22, 14) En realidad todos somos llamados, de una u otra manera, lo que pasa es que a veces nos hacemos los sordos o nos creemos autosuficientes y pensamos que la vida debe vivirse a nuestro parecer o a imitación de modelos distantes de la vida cristiana y que los escogemos a capricho, haciendo un uso irracional de nuestro libre albedrío, Dios no obliga a nadie, simplemente nos llama, está en nosotros atender ese llamado o desoírlo, tirando por la borda la oportunidad que se nos ha dado.

Vamos a pedirle al Señor que tengamos claridad en la visión de nuestra meta en la vida y que nos ayude a alcanzarla que para eso nosotros pondremos todo nuestro esfuerzo y voluntad. Sigamos el ejemplo de los santos que han alcanzado la meta y hoy son motivo de alegría para el Cielo y la Tierra.

Glorifiquemos a Dios con nuestra vida.

Gustavo Carías.

Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca por siempre.

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