lunes, 14 de julio de 2008

IX-075 Las malas compañías.

Hoy es el Día de Francia, se conmemora la fecha en que el pueblo de París tomó la prisión llamada La Bastille, lo cual desataría luego la Revolución Francesa bajo los lemas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, destronando a la monarquía. Vaya nuestra palabra de felicitación a todos nuestros lectores de ese bello país y a todos los relacionados con esta festividad.

Entrando en materia de nuestra meditación de hoy, cuando se habla de malas compañías se piensa siempre en que debe ser una amonestación para los niños o para los padres para que aconsejen a sus hijos de evitar las malas compañías, pero nuestra advertencia de hoy no va dirigida a los pequeños sino a los adultos, va dirigida a ti. En efecto, es probable que cuando niño te hayan hecho esta recomendación y ahora que eres adulto piensas que ya tienes edad y capacidad suficiente como para evitarlas por ti mismo, sin que nadie tenga que aconsejártelo.

Pues te voy a decir una cosa, no estás lidiando con otros niños inocentes, recuerda que el maligno se disfraza de muchas maneras, para tentar a los hombres y a las mujeres y hacerlos desviar del camino que lleva a Dios, y una de sus maneras preferidas es la de un buen amigo, un amigo que quiere ganar tu confianza y enlazarte de tal manera que te pueda llevar sin mucho esfuerzo por el camino que él escoja, que casi siempre será un camino grato, lleno de diversión y de placeres que puedan disfrutar juntos, y que al final resulta que es un camino de perdición.

Hay muchos que piensan en escudarse en la culpa del amigo, yo no quería sino que fue él quien me llevó a pecar, voy a recordarles lo que dice San Pablo en su Carta a los Romanos: "Quede bien claro que cada uno de nosotros dará cuenta a Dios de si mismo." (Rom 14, 12), es decir que de lo que hagamos nosotros seremos responsables nosotros mismos y no vale culpar a los demás, casi siempre nuestra cabeza piensa una cosa y nuestro cuerpo piensa otra, aquella es la voz de la conciencia que nos dice lo que debemos y lo que no debemos hacer, pero el cuerpo tiende a hacer lo contrario. Tenemos que poner toda nuestra voluntad en mantener nuestras propias convicciones ante Dios, el Temor de Dios, porque cuando no hacemos caso a la conciencia, cuando ella nos reprocha lo que hacemos es porque estamos cometiendo pecado, estamos actuando en contra de nuestras propias convicciones, en contra de Dios.

Nuestra conciencia nos dirá cuando aquella compañía nos está haciendo bien o mal, no la desoigas y en todo caso recurre a la oración, pide a la Virgen Santísima su intercesión para que te aleje de aquel que te quiere hacer pecar y te de espíritu de fortaleza, perseverancia y consuelo para que puedas vivir según el espíritu de Cristo Jesús y puedas alabar a Dios y corresponderle a su gran amor.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

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