miércoles, 19 de octubre de 2011

XII-102 Servir, servir, servir



SERVIR, SERVIR, SERVIR.

La mejor manera de amar a Dios es con el servicio a nuestros hermanos, la Sierva de Dios María Esperanza decía: “Servir, servir, servir, no importa que nos tomen en cuenta o no, pero servir de una manera u otra, pero nunca decir no.”Cuando servimos a nuestros prójimos estamos sirviendo a Dios, recordemos el gesto de Jesús durante la última Cena con sus apóstoles: “Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos y luego se los secaba con la toalla que se había atado….cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo y ustedes deben hacer como he hecho yo. En verdad les digo, El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía. Pues bien, ustedes ya saben estas cosas: felices si las ponen en práctica. ( Jn 13, 4-17)

En el tiempo de Jesús los caminantes andaban descalzos o con sandalias y llegaban a sus casas al fin de una jornada con los pies llenos del polvo del camino, un gesto de cortesía, de servicio o de atención al visitante, en las casas de personas pudientes, era pedir a un sirviente que lavara los pies del visitante, tal como hacemos hoy en día cuando alguien llega de un viaje y lo invitamos a pasar al baño de visitantes para que se lave la cara y las manos y no solo le sirve de limpieza sino para refrescarse del calor del viaje. Los apóstoles eran gente pobre y no disponían de sirvientes, así que Jesús quiso ser en esa noche el sirviente de todos para darnos el ejemplo, como El mismo lo dice, de servicio a los demás, nadie tiene por qué sentirse humillado cuando le sirve a otro, por el contrario debe ser motivo de felicidad porque con ello se nos ha dado la oportunidad de servir a Dios y demostrarle nuestro amor.

Sin embargo, no debemos hacer alarde de estos gestos de servicio, debemos hacerlo en silencio, cuando prestamos un servicio a nuestro hermano no hay que estarlo divulgando como para que los demás se enteren de lo que hemos hecho, porque caeríamos en la vanidad de que nos crean muy buenas personas, por lo que hemos hecho, eso debe ser una satisfacción interior que sólo Dios sepa que lo hemos hecho y eso nos hará sentir felices.

Servir, servir, servir, caridad con nuestros hermanos, esa es la manera que Dios nos pide para manifestarle nuestro amor.

Que la paz de Cristo esté en sus corazones y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares

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