MUY SENSIBLE A LA INGRATITUD.
Desde que éramos pequeñitos, casi al comenzar a balbucear nuestras primeras palabras, nuestros padres nos enseñaron que cuando recibamos algo debemos decir ¡gracias!, con el correr del tiempo esa reacción se hizo casi automática, ante cualquier favor por mínimo que este sea, por una simple cortesía que nos hagan damos las gracias, incluso cuando estornudamos, si alguien nos desea “salud”, respondemos “gracias”.
Sin embargo, así como muchos recuerdan esta enseñanza inicial de nuestra vida, hay muchos que la olvidan, son aquellos que se sienten merecedores de las cosas que reciben y se regodean en su orgullo fatuo pensando que es todavía muy poco para lo que ellos merecen, eso se llama “Ingratitud”.
El corazón de Jesucristo ha sido siempre muy sensible a la Ingratitud, basta recordar aquel pasaje del evangelio en el que diez leprosos piden a Jesús que los sane y gritaban desde lejos: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros” Jesús les dijo: “Vayan y preséntense a los sacerdotes”. Mientras iban quedaron sanos. Uno de ellos, al verse sano, volvió de inmediato alabando a Dios en alta voz, y se echó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole las gracias. Era un samaritano. Jesús entonces preguntó: “¿No han sido sanados los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Así que ninguno volvió a glorificar a Dios fuera de este extranjero? Y Jesús le dijo: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado.” ( Lc 17, 13-19).
Es un deber la gratitud, sin embargo el Señor la premia con la salvación. Procuremos no caer en ese estado de insensibilidad que es tan pernicioso, sepamos dar gracias en todo momento, Dios nos está derramando sus bendiciones y sus bienes en continuación, siempre habrá algo por lo que darle gracias, no hay que esperar un milagro portentoso para mover nuestro agradecimiento.
Yo rezo todos los días al levantarme esta oración: Señor, te doy gracias por haberme conservado durante la noche, por darme un nuevo día de vida. Te doy gracias por todos los días de mi vida, por haberme creado, hecho cristiano, por todos los favores recibidos, tanto materiales como espirituales, por mi casa, mi hogar, mi familia, mi salud, y por ser tan misericordioso como eres te pido perdón por todos mis pecados y que deis gracia para enmendarme y perseverar hasta el fin de mi vida, amén.”
Un feliz fin de semana para todos, no olviden el rezo del Rosario en familia y la asistencia a la misa dominical, que Dios les bendiga.
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