martes, 4 de diciembre de 2012

XIII-111 Como guardar un Tesoro



COMO GUARDAR UN TESORO.

En estos días del Adviento, o sea de la espera del Señor, centremos nuestras meditaciones en todo lo relativo a los preparativos que Dios hizo para su nacimiento, se trataba de guardar un tesoro, Dios quiso que su Hijo viniera a la tierra y se hiciese hombre para revelarse a la humanidad y al mismo tiempo procurar su salvación, pero en sus primeros pasos tenía que resguardarlo de la furia del demonio y del mundo, se trataba de su mayor tesoro y ¿cómo podría esconderlo mientras fuera frágil y débil? ¿A quienes podría confiarlo?

Ya desde mucho antes había escogido a María, la hija de Joaquín y Ana, aquella humilde niña de Nazaret para ser la que engendraría en su vientre al Hijo del Altísimo, pero faltaba por una parte su voluntaria aceptación, porque Dios no obliga a nadie a hacer su voluntad, es decir faltaba el “sí”  de María y además se requería de una ayuda y protección para tan importante tarea que solo mediante la formación de una familia podría lograrse, fue así que Dios en su inmensa sabiduría determinó que María debía casarse y formar un hogar que se completaría al nacer Jesús, la Sagrada Familia de Nazaret.

Cuando María cumplió los catorce años, el Señor hizo que se juntaran en Jerusalén, un grupo de varones descendientes de la tribu de Judá y del linaje de David, entre los cuales estaba José, procedente de Nazaret, quien era también descendiente de David y tenía treinta y tres años, bien dispuesto, de agradable rostro, de incomparable modestia y que desde los doce años había hecho voto de castidad, llevando una vida santa e irreprochable ante los ojos de Dios. El Sumo Sacerdote los reunió en el templo y poniéndose en oración con ellos pidió al Altísimo la inspiración de como escoger al elegido, fue así como decidió entregar a cada uno de los convidados una vara seca y que todos pidiesen con fe viva que la voluntad de Dios se manifestase para conocer quien entre ellos tendría la dicha de desposar a María. Habría que decir que todos se sentían merecedores de tan especial escogencia por sus méritos y virtudes, pero que solo José  se consideraba a si mismo indigno de tanto bien, resignándose de antemano a la santa voluntad del Altísimo. En medio de aquellas oraciones se vio florecer a la varita que tenía José en sus manos y una paloma descendió sobre su cabeza mientras Dios habló a su interior diciendo: “José, siervo mío, tu esposa será María, admítela con atención y reverencia, porque a mis ojos es aceptable, justa y purísima en alma y cuerpo y tú harás todo lo que ella te dijere”. Con estas señales del cielo los sacerdotes dieron a José por esposo elegido por Dios para la doncella María.

Meditemos sobre la belleza de las cosas de Dios y acerquémonos al pesebre pensando en todos estos misterios del Nacimiento de Jesús. Glorifiquemos al Señor con nuestra vida.
(Bibliografía: María de Jesús de Agreda, “Mística Ciudad de Dios, Vida de la Virgen María”.)

Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca siempre.

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