martes, 18 de diciembre de 2012

XIII-117 En la tierra Paz a los Hombres.





EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES.

Recordemos el cántico de los ángeles al anunciar a los pastores el nacimiento del Niño Jesús: “Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2, 14). Es la voluntad del Padre que el hombre viva en paz y más aún en un momento de Gloria como es aquel que recordamos en estos días, así hemos oído muchos episodios aún en las guerras más terribles en los que el día de la natividad del Señor se hace una tregua y se presentan casos de humanidad y de hermandad entre los hombres, cumpliendo la voluntad de Dios.

Nosotros debemos prepararnos espiritualmente para la llegada del Señor, ya lo hemos estado haciendo en forma material, adornando nuestra casa, construyendo el pesebre, comprando los regalos y preparando las comidas para la cena de Nochebuena, pero también tenemos que hacerlo espiritualmente, y para lograrlo es necesaria la paz, la paz de nuestros corazones y me dirán ¿pero cómo puedo lograrlo en medio de tantas tareas y ocupaciones? ¿Cómo puedo tener paz si no me alcanza el presupuesto para todo lo que tenemos que hacer?
La respuesta nos la da el Beato Papa Juan XXIII, el Papa Bueno, como cariñosamente lo conocemos, él tuvo un plan que lo hizo programa de su vida: 1º. La obediencia, o vivir según el imperio de otro; 2º. La pobreza, o tener lo menos no poniendo en ello el corazón; 3º. La humildad o juzgarse el último en todo; y 4º. Hacer la voluntad de Dios.

Hablemos primero de la obediencia, todos tenemos a alguien que está por encima de nosotros, en la familia: nuestra madre, nuestro padre, un tío, una persona mayor; en los trabajos: el jefe, el supervisor, el director; en el colegio: la maestra, el profesor, el director. Si nosotros nos mostramos rebeldes ante las instrucciones que ellos nos dan, estamos perturbando la paz, ellos se van a sentir incomodos con alguien que no obedece y nosotros vamos a estar tensos sabiendo que no estamos haciendo lo que se nos ha mandado a hacer y cuando somos cabeza de familia o jefes o directores tenemos por sobre nosotros los mandamientos de Dios, por eso debemos pedirle a Dios, por medio de la oración,  que esté siempre cerca de nosotros para evitar los malos pensamientos y los temores que nos llenan de aflicción perturbando la paz de nuestro espíritu.

Sigamos con la pobreza, “Bienaventurados los pobres de corazón, porque de ellos es el Reino de los Cielos”, ninguna cosa material es capaz de saciar en forma permanente las necesidades de nuestro espíritu, ningún regalo es capaz de consolarnos, solo Dios es capaz de hacerlo y sin él todo lo demás es frivolidad.

Por último, seamos humildes, no significa esto vestirnos de harapos, significa sentirnos los últimos en todo, somos solo tierra inánime y vacía hasta que la luz de Dios nos alumbra y su soplo nos da vida. Hagamos la voluntad de Dios y él concederá la paz a nuestras almas, esa paz que necesitamos para esperar su llegada. Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.


Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca siempre.

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