¿Por qué HABÍA QUE GUARDARLO?
Ayer hablábamos de la forma meticulosa en que el Señor preparó todo para que la existencia del Dios humanado se mantuviera en secreto, para guardar y preservar aquel tesoro, y cabría hacerse la pregunta ante este misterio ¿Por qué había que guardarlo? Si para la humanidad representaría un enorme beneficio, si era un bien que Dios haría a los hombres al revelarse de forma nítida, al mostrarnos su misericordia infinita, al decirnos que no era como aquellos dioses terribles de la antigüedad, castigadores e inmisericordes, sino que era un Dios de bondad, de misericordia y de perdón que quería la paz y no la guerra, que quería el amor entre los hombres y no el odio, la respuesta nos la da Jesús con su vida, el secreto pudo mantenerse durante treinta años, pero al comenzar a revelarse apenas duró tres años.
Mi deseo es que ustedes aprovechen este tiempo del Adviento para crecer espiritualmente, esta espera por la venida de Jesús es una magnifica oportunidad para lograr este propósito, debemos “revestirnos de Cristo”, porque el Adviento es una llamada para que el cristiano se revista de Jesucristo. Cada día que pasa nos acerca más al día de la Natividad del Señor, crece nuestra ansiedad por la llegada de ese momento, de igual modo debe crecer nuestra vida espiritual y ello lo podremos lograr con la meditación, la oración, la penitencia y la eucaristía.
Jesús vino para enseñarnos que no debemos apegarnos a los bienes materiales que de la misma manera que vinimos al mundo, desnudos, desprovistos de todo, así partiremos, nada de lo material que nos rodea nos pertenece, todo es de Dios que nos lo facilita para que lo administremos y de la manera como lo hagamos nos juzgará al final de nuestra existencia, pero bien sabía El que este mensaje no habría de ser acogido por los ricos y poderosos ni por los sabios y apoltronados que el mensaje era para los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos de corazón, los que tienen hambre y sed de justicia, por eso dice Jesús en su oración al Padre: “!Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien!” (Lc 17, 24) Esa es la respuesta a la pregunta inicial.
Vivamos pues el Adviento, la espera del nacimiento de Jesús, no como algo del pasado, como un simple hecho histórico, sino con la misma ansiedad con que debe haberlo vivido María en los días anteriores al parto y pidamos al Señor que nos de esa gracia de poder esperarlo con ansiedad, con deseos de acercarnos a El y crezcamos en el espíritu en la medida que nos acercamos a ese día, revivamos ese pasado glorioso para hacer nuestra felicidad presente y construir nuestra felicidad futura. Glorifiquemos al Señor con nuestra vida.
Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca siempre.
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