viernes, 4 de octubre de 2013

XIV-078 El Hermano de Asís.



EL HERMANO DE ASIS.

Hoy celebra la Iglesia el día de San Francisco de Asís, un santo muy grande dentro del santoral católico, no solo por su vida ejemplar sino por su obra, sus seguidores y devotos en todo el mundo. Es probable que muchos de ustedes hayan visto alguna de las películas que se han hecho sobre su vida excepcional, o hayan leído alguna de las muchas obras que se han escrito sobre su existencia y sobre su personalidad, por eso he pensado más bien en meditar sobre algún hecho específico de su biografia que sea poco conocido y que al mismo tiempo sea aleccionador para los que admiramos a este santo de santos. En esa línea estuve leyendo “El Hermano de Asís” libro escrito por el conocido Ignacio Larrañaga, sacerdote franciscano, de origen español, autor de numerosos libros que han sido traducidos a varios idiomas y fundador del Centro de Estudios Franciscanos y Pastorales para América Latina (CEFEPAL).

Hay un pasaje en la vida de San Francisco, casi al comienzo de su apostolado, cuando su amigo Bernardo le consulta sobre lo que debe hacer, tomando en cuenta que poseía una gran riqueza y que se había dado cuenta que ellas lo separaban del Señor y él quería que el Señor fuera su riqueza. Francisco le explica que es difícil que el Señor sea la riqueza del alma mientras que las riquezas materiales ocupan a esta alma. Pero al mismo tiempo le aconseja escuchar la voz de Dios y su opinión acerca de lo que debía hacer, por ello lo invita a ir a la Iglesia al siguiente día muy temprano y orar a Dios para pedir su manifestación y su juicio. Así lo hicieron y muy temprano se encaminaron a la Iglesia de San Nicolás y de paso se llevaron a otro amigo Pedro Catani, canónigo de San Rufino quien tenía mucha simpatía por las actitudes de Francisco.

Después de oír la misa, permanecieron en oración y luego de un largo rato, Francisco pidió en alta voz solemnemente al Señor que le manifestara su voluntad respecto a lo que le había consultado su amigo Bernardo, subió al altar y abrió el misal en una página al azar, donde leyó lo siguiente: “Si quieres ser perfecto vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, después ven y sígueme”., lo cerró y lo abrió nuevamente en otra página y allí decía: “No lleven nada para el camino, ni bolsa, ni dinero, ni bastón, ni doble ropa.” Y aún más, lo abrió por tercera vez y decía: “Si alguien quiere seguirme, niéguese  a sí mismo, cargue con su cruz y sígame”.  Las tres sentencias tenían la fuerza, la brevedad y la claridad de un relámpago, por lo que sobraban las palabras y las explicaciones. Francisco dijo: “Amigos, el Señor habló, sobran los comentarios”.

Bernardo salió de la Iglesia directo a su mansión e hizo lo que el Señor le había mandado, repartió su riqueza entre el leprosorio y los hospitales y dio numerosas limosnas a los pobres de Asís, se despojó de sus lujosas vestiduras y se vistió con un ropón de una sola pieza, con un capuchón y ceñido por la cintura con una cuerda, convirtiéndose en uno de los primeros seguidores de El Hermano de Asís. Era la primera célula de un movimiento que se extendería por todo el mundo.
Escuchemos pues también nosotros la voz del Señor, sus palabras están a nuestra mano allí en el evangelio, ellas van destinadas a cada uno de nosotros en particular, leamos y vamos a ver que tiene que decirnos.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Que la paz de Cristo reine en tu corazón, te deseo un feliz fin de semana y no olvides el rezo del Santo Rosario, preferiblemente en familia, y la asistencia a la Misa Dominical. Que Dios te bendiga.

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