ESCUCHAR A LOS DEMÁS ES CARIDAD Y HUMILDAD.
Nuestro Ego nos lleva a pensar muchas veces que somos los dueños de la verdad, que nuestras palabras y opiniones son las únicas valederas y que por tanto es innecesario escuchar a los demás, pero no es así, Dios es el único que posee toda la verdad, nosotros somos seres incompletos que tendremos siempre algo que aprender de los otros pero que nos negamos a admitirlo por vanidad o por egoísmo, escuchar a los demás es a la vez una obra de caridad y un gesto de humildad.
Jesucristo conocía perfectamente las mentes y los pensamientos de los que le rodeaban, conocía su pasado, su presente y su futuro y sin embargo, con frecuencia los invitaba a hablar, a emitir opiniones y a contarle lo que les había sucedido. Por ejemplo, aquella vez que envió a los apóstoles a predicar la buena nueva del evangelio, cuando regresaron, a pesar de que sabía cómo les había ido en su misión, escuchó con paciencia todo lo que le contaron sobre lo sucedido y “lo que habían hecho y enseñado” (Mc 6, 30-34) durante su recorrido por los pueblos vecinos; en otra oportunidad les pregunta ¿Quién dice la gente que soy yo? Y ¿Ustedes quien dicen que soy yo?, a pesar de que él lo sabía muy bien, quería escucharlo de ellos, por eso debemos seguir el ejemplo de Nuestro Señor y más aún porque en nuestro caso nosotros no conocemos lo que están pensando los demás y nos damos a veces grandes sorpresas cuando los escuchamos.
Las personas necesitan ser escuchadas, así como lo necesitamos nosotros mismos, hacemos una obra de misericordia cuando callamos y escuchamos lo que los demás tienen que decirnos. Por ejemplo, nuestros padres y nuestros abuelos tienen muchos cuentos y anécdotas sobre su vida, algunas de ellas ya las hemos escuchado quizás más de una vez, pero sabemos cuánto disfrutan ellos contándolo y ¿qué nos cuesta darles ese momento de felicidad? Decirles: ¿Cómo es aquella historia de lo que te pasó cuando fuiste a aquel lugar? ¿Cómo fue que se conocieron tú y mi mamá? Cuéntamela otra vez que no la recuerdo bien. A lo mejor hay algún detalle en el que no habíamos reparado, o alguna enseñanza que podemos derivar de esa experiencia y a la vez que practicamos la caridad, aprendemos algo más de la vida. Y nosotros, como padres, debemos escuchar lo que nuestros hijos tienen que decirnos e invitarlos a hablar y a contarnos lo que les sucede a diario, solo así podemos prevenirlos y evitarles momentos difíciles en sus vidas.
Hay que saber callar, saber oír, siempre se aprende algo de los demás, cuando no estamos acostumbrados y comenzamos a practicar estas virtudes quizás nos cueste hacer un pequeño sacrificio al principio, sobreponernos a nuestra tendencia natural y someter nuestro ego con la fuerza de la caridad y la humildad, pero los frutos no se harán esperar, pronto sentiremos esa felicidad interior que nos da el haber hecho felices a los demás.
Dice San Josemaría: “La relativa y pobre felicidad del egoísta que se encierra en su torre de marfil, en su caparazón…, no es difícil conseguirla en este mundo. Pero la felicidad del egoísta no es duradera. ¿Vas a perder, por esa caricatura del cielo, la Felicidad de la Gloria que no tendrá fin?” Además, piensa en el futuro, llegará un momento en que “querrás que vivan contigo la caridad que ahora no quieres vivir”.
Señor Dios Padre Todopoderoso! Enséñame y ayúdame a vivir la caridad y la humildad de saber escuchar a los demás, que sienta la fraternidad de Cristo y vea en todos a mis hermanos, te lo pido por el mismo Jesucristo Nuestro Señor que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos, Amén.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Gustavo Carías.
Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca siempre.
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