Es muy importante para la vida espiritual saber valorar y utilizar la fuerza que hay en el silencio. Para algunos es muy difícil callar y hablan tanto que dicen lo que no debían haber dicho, luego se arrepienten, son como ese cuento de la carreta vacía que hacen más ruido mientras más vacíos están.
La Sra. María Esperanza me dijo una vez que: “El silencio es la fuerza positiva que reafirma al hombre en sus derechos” Recordemos los silencios de Jesús durante su pasión y en medio de aquel bullicio y de aquel interrogatorio infame al que fue sometido.
En el silencio podemos hablar con Jesús que está calladito en el Sagrario. El lee nuestros pensamientos y sabe lo que queremos decirle, no hacen falta las palabras.
El hablar debe ser solo para decir cosas útiles y de provecho tanto para nuestros interlocutores como para nosotros mismos. Dice San Pablo en la carta a los Efesios: “No salga de sus bocas ni una palabra mala, sino la palabra que hacía falta y que deja algo a los oyentes”. (Ef 4, 29)
Y Kempis nos dice: “El mal uso que hacemos de la lengua y la dejadez en nuestro aprovechamiento espiritual son, en gran parte, la causa de que no guardemos los límites debidos en nuestro hablar. En cambio, la devota conversación sobre cosas espirituales, máxime entre personas que están unidas en Dios y animadas por un mismo espíritu e ideal, sirve no poco para el provecho espiritual del alma”.
Ahora, guarda unos minutos de silencio, medita sobre lo que has leído, piensa en las veces que has hablado de más y los perjuicios que esto ha causado y hazte un propósito, elevar tu vida espiritual con una buena dosis de silencio, utilizando y sacando el mayor provecho de la fuerza del silencio.
Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.
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