miércoles, 7 de septiembre de 2011

XII-093 Nadie es Profeta en su Tierra



NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA.

Este refrán popular es sumamente antiguo, hace ya más de dos mil años era conocido en el medio oriente, recordemos que hay un pasaje del evangelio de San Lucas en el que el propio Jesús lo menciona: “En aquel tiempo, después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban de oír”. Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios y se preguntaban: “¿No es éste el hijo e José?” Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo” y haz aquí en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaún. Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria.”Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un barranco del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo, Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de ahí.” (Lc 4, 21-30)

Es la clásica mentalidad aldeana, estrecha, que les hace pensar que no es posible que alguien de su mismo origen humilde pudiera llegar a ser distinto y hacerse superior a los demás, en sabiduría o en realizaciones. Incluso nosotros mismos, muchas veces,  no concebimos que alguien físicamente igual a nosotros, a quien conocemos desde pequeño, pueda tener cualidades excepcionales y cuando alguien lo hace le damos la espalda, tratamos de disminuirlo de alguna manera y hay quienes llegan hasta la difamación por su envidia o a la agresión como el caso narrado en el evangelio.

La naturaleza humana tiene una inclinación a despreciar todo lo que es de origen humilde y sencillo y a valorar en extremo lo que proviene de una categoría social superior, la Madre Teresa de Calcuta decía que “No importa la raza, religión, origen humilde de las personas porque cada hombre, mujer o niño es una criatura de Dios”. Jesús se nos presenta con la fragilidad de un niño en el pesebre de Belén, nacido en la pobreza, criado en el humilde taller de un carpintero y sin embargo es Dios en persona quien está escondido allí, las apariencias pueden desviar nuestra atención, pero las cosas de Dios son siempre dignas de nuestra consideración. No seas como aquellos que envidian los dones especiales que Dios ha dado a nuestros hermanos, por el contrario aplaude sus triunfos y sus logros en la vida, alégrate con ellos.

Jesús no pudo hacer muchos milagros en su tierra por la incredulidad de su gente, tuvo que alejarse y realizar su misión en otras tierras, no permitas que Jesús se aleje de ti, pídele que nunca te abandone y pon toda tu confianza en él.

Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones.

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