En la meditación de hoy vamos a procurar alabar y bendecir a Dios Nuestro Señor, que no se canse nuestro espíritu de hacerlo, porque El nos ha creado y por su palabra surgieron la tierra y las estrellas que contemplamos en la inmensidad del cosmos, así como todo lo que nos rodea. El está pendiente de todas y cada una de sus criaturas, nos mira desde lo alto de los cielos y nos observa escudriñando todas nuestras acciones, por eso tenemos que bendecirlo y no cansarnos nunca de alabarlo y darle glorias.
¿Habrá quien no se haya dado cuenta de esto? ¿Habrá quien no haya probado aún las delicias del Señor? A esos hay que decirles que el Señor es justo y misericordioso y al que confía en El lo envuelve su gracia. Como una fruta fresca y jugosa, dulce como la miel, así es la bondad del Señor, pruébala, saboréala y te darás cuenta, “Gustad y ved que bueno es el Señor, ¡dichoso el que se acoge a El!” (Sal 33, 9).
Los ojos del Señor están pendientes, desde el cielo, de todos los que le temen y esperan en su amor, en especial de los más humildes, para protegerlos, apartarlos de la muerte y acercarlos a la vida, bendigamos al Señor, cantémosle un cántico de alabanzas a su nombre santo y glorioso, ensalcemos su nombre porque El escucha a su pueblo y lo libra de sus angustias.
El ha asignado a cada uno de nosotros un ángel custodio, para que nos cuide y nos salve de los peligros y si lo buscamos con temor nada nos faltará. No se trata de temor a su castigo, pues Dios no es un Dios castigador ni un verdugo, solo es justo y su justicia no tiene paralelo, se trata de temor a no ofenderle porque no podemos ofender a un Dios tan bueno. ¿Qué es lo que El quiere de nosotros? ¿Cuál debe ser el comportamiento que espera? Muy sencillo, que nos apartemos del mal y hagamos el bien, que no usemos de nuestros sentidos para dañar al prójimo que prodiguemos amor y no odio ni mentiras, que le sigamos y lo busquemos que confiemos en El y en su Hijo Jesucristo que El envió para salvarnos, que acudamos a pedir su auxilio en los momentos de dificultad, en nuestras angustias, tengamos fe en que El siempre está cerca de nosotros para ayudarnos a salir adelante y para salvarnos.
Gustemos pues la bondad de Dios, su palabra es recta y obra siempre con la verdad, “Que bondad tan grande, Señor es la que reservas para los que te temen” (Sal 30, 20) y si somos también nosotros rectos de corazón nos aliviará y nos alegrará, acojámonos a El y no quedaremos nunca defraudados, su fidelidad nos asiste en todo momento, dichosos los que han visto su bondad y han recibido su perdón, El es nuestro refugio y fortaleza. Alabado sea el Señor.
Glorifiquemos a Dios con nuestra vida.
Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca siempre.
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