miércoles, 15 de abril de 2009

X-038 Amor que hace arder los corazones.



Nuestra inteligencia es muy limitada, aún cuando algunos hombres se creen muy inteligentes y llegan hasta despreciar a los demás por no pensar como ellos, su nivel de sabiduría es tan ínfimo que si algún día pudieran reconocerlo, seguramente se despreciarían a si mismos.

En cambio, la sabiduría de Dios es infinita y la grandeza de su sabiduría solo es comparable con la grandeza de su amor, somos producto de ese amor inmenso que se encuentra en la Divinidad. El amor en la Santísima Trinidad es tan grande que se vio movida a crear seres a su alrededor para compartirlo, hemos sido creados para conocer y amar a Dios.

Ha transcurrido la Semana Santa, hemos revivido los hechos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y sin embargo, seguimos caminando por el mismo camino que recorremos rutinariamente, sin meditar, sin reflexionar seriamente en estos hechos que la Iglesia nos recuerda cada año. Somos como aquellos discípulos de Emaús que nos limitamos a comentar los hechos como un suceso más de la vida cotidiana, sin adentrarnos en su significado, nos limitamos a criticar la injusticia que cometieron aquellos sacerdotes, escribas y fariseos contra aquel profeta que pasó por la vida haciendo el bien, razón tenía Jesús al expresar: “!Que necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas!” (Lc 24, 25).

Todo lo ocurrido durante estos hechos es la manifestación más clara y evidente del inmenso amor de Dios por nosotros, por los seres creados por El para comunicarles su amor y su bondad. Pero Dios quiere que hagamos esto libremente, que abramos nuestro corazón a su amor para que arda en ese fuego divino que vino a encender.

Debemos darnos cuenta que ese deseo que tenemos por alcanzar la felicidad solo será satisfecho cuando nos acerquemos a Dios, en ese momento nada nos faltará. Y Dios es tan bueno que nos ha tendido puentes para lograr este objetivo, nos ha enviado a su Hijo, a quien tenemos siempre con nosotros en la Eucaristía, a la Virgen Santísima que nos aconseja y nos ayuda, a los santos que nos sirven de ejemplos vivos, humanos y que nos demuestran todo el potencial de nuestra existencia, a la Santa Iglesia Católica que nos enseña y nos recuerda las verdades de la fe que le fueron confiadas por Cristo, transitemos estos puentes.

Acerquémonos al amor de Dios para que su amor haga arder nuestros corazones.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

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