lunes, 20 de abril de 2009

X-040 Sólo cuando truena.


En la época de los barcos a vela, de marinos y de los piratas, en medio de las tormentas, cuando los truenos estremecían los cielos, se invocaba a Santa Bárbara para obtener su protección, también en medio del fragor de una batalla, cuando eran ellos mismos los que producían los truenos con sus cañones y explosivos, los marinos recurrían a esta Santa patrona, de allí que al sitio donde se almacenan las armas y la pólvora se le diera el nombre de Santa Bárbara.

Hoy en día recordamos aquellas hazañas marineras con un refrán muy conocido: “Se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena”, para señalar que en las situaciones de peligro, de tribulación es cuando nos acordamos que existe Dios, que existe la Virgen y que existen los santos y recurrimos a ellos desesperadamente.

Con nuestro desarrollo espiritual debemos procurar que esto no sea así, no debemos esperar los momentos difíciles para recurrir a Dios, al Señor debemos invocarlo todos los días de nuestra vida, en las buenas y en las malas situaciones. El nos ha dado la llave de nuestro corazón, el libre albedrío, una llave que abre por dentro, para que lo dejemos entrar cuando queramos y lo tengamos allí como nuestro más preciado tesoro. Alguien dijo que no existen “ateos”, sino personas que no han abierto su corazón al Señor.

No esperemos escuchar los truenos y los negros nubarrones para acordarnos de Dios, porque así en esos momentos de desesperación no sabemos ni donde encontrarlo y nuestro hablar será apresurado y temeroso, difícil de entender, en tanto que si lo tenemos en nuestro corazón sabremos rápidamente donde encontrarlo y le hablaremos al igual que todos los días en nuestras oraciones, con el afecto que se habla a un amigo, a un compañero, con respeto y confianza, con la seguridad de que vamos a ser escuchados.

“Por eso el varón santo te suplica en la hora de la angustia. Aunque las grandes aguas se desbordasen, no lo podrán alcanzar. Tú eres un refugio para mi, me guardas en la prueba, y me envuelves con tu salvación.” (Sal 32, 6-7).

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

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