EL UNGIDO DE DIOS.
Siguiendo con el repaso del Catecismo de la Iglesia Católica, veamos lo que nos dice en los párrafos que van del 435 en adelante. Hemos conocido en una de nuestras meditaciones anteriores, los diversos nombres dados a Jesús, nuestro Salvador, y su significado. El nombre de Jesús es centro de toda la plegaria cristiana, fíjense que en todas las oraciones de la liturgia se dice al final “Por Cristo Nuestro Señor” o “Por Nuestro Señor Jesucristo que contigo vive y reina…” y en nuestras oraciones ordinarias de cada día, el Ave María culmina con aquella frase que dice “y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús” y asimismo, nuestro Acto de Contrición comienza diciendo “Señor Mío Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero, Creador y Redentor mío…”; por su parte muchos santos cristianos han muerto pronunciando el nombre de Jesús, como es el caso de Juana de Arco y más recientemente el Padre Pío de Pietralcina, como significando con ello que ese nombre concentra en sí mismo todo el contenido de nuestra creencia, de nuestras plegarias y de nuestro amor a Dios.
El nombre de “Cristo” viene del idioma griego y este a su vez del hebreo “Mesías” , con el significado de “ungido”. ¿Y qué significa ungido? Vamos a explicarlo partiendo de nuestras costumbres actuales, cuando un Padre de familia encomienda a un hijo una misión, por ejemplo que vaya en su nombre a dar un aviso a alguien que está lejano, lo bendice y le da un beso, es un gesto que no solo lo encomienda a Dios para que lo proteja sino que a la vez le da como autoridad para hacer lo que se le ha encomendado, esta costumbre viene de la antigüedad cuando a las personas se les daba una encomienda y la autoridad que le daba esa encomienda le untaba la frente con aceite, es decir le ungía, si la encomienda era muy importante este aceite debía ser un aceite previamente bendito y consagrado, tal era el caso de los reyes, los sacerdotes y los profetas, hoy en día todavía conservamos esta costumbre en la liturgia de la Iglesia cuando se unge a los niños en la frente con oleo sagrado durante la ceremonia del Bautismo, significando con ello la misión tan importante que la iglesia le ha encomendado.
Para el pueblo de Israel la misión más grande que Dios podría encomendar a una persona sería la de su propia liberación, así como durante la esclavitud de Egipto, Dios les envió a un Liberador que fue Moisés, ahora subyugados por el Imperio Romano, ellos esperaban que su liberación viniera de alguien ungido por Dios para conducirlos, esta figura que ya había sido anunciada por los profetas, era “el ungido” por antonomasia, en sus propias palabras el “Mesías” esperado por todos y que debía ser ungido por Dios.
Jesús cumplió la esperanza mesiánica del pueblo de Israel ya que fue ungido por el Espíritu Santo como sacerdote, profeta y rey. Recordemos el anuncio de los ángeles a los pastores de Belén: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2, 11) y nos lo dice San Juan en el evangelio: él es “ a quien el Padre ha enviado y santificado” (Jn 10, 36). Jesús es el ungido de Dios.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Que la paz de Cristo llene tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca siempre.
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