JESÚS, HIJO ÚNICO DE DIOS.
Amanece una semana muy linda para la Iglesia Católica, en la cual se celebra la Jornada Mundial de la Juventud en Rio de Janeiro, Brasil, un encuentro del Papa Francisco con los jóvenes del mundo bajo el lema “Vayan pues y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28, 19), a esta hora ya el Papa Francisco vuela de Roma a Brasil para este maravilloso encuentro, oremos por el éxito de su misión evangelizadora y sigamos con entusiasmo juvenil cada uno de sus pasos.
Mientras tanto nosotros continuamos nuestro repaso del Catecismo de la Iglesia Católica, hoy nos referiremos a los párrafos del 441 al 445, que tratan acerca de uno de los títulos dados a Nuestro Señor Jesucristo, el de Hijo Unico de Dios. En primer lugar debemos considerar que en el Antiguo Testamento, el título de Hijo de Dios se da a los ángeles, al pueblo elegido, a los hijos de Israel y a sus reyes, de manera que el título en si mismo no significa que la persona sea algo más que humana, sino simplemente una relación adoptiva que se establece entre estas criaturas y Dios. En el caso de Jesús el planteamiento es diferente por cuanto si recordamos las palabras de Pedro cuando Jesús preguntó a los apóstoles quien decían ellos que era él: “el Cristo, el Hijo de Dios Vivo” (Mt 16,16) y Jesús lo confirma diciéndole que su Padre que está en los cielos es quien le ha revelado esa verdad. Como se puede ver esta filiación no es de carácter adoptivo como las anteriores sino que es de carácter real, se trata de dos seres que se han conocido personalmente cara a cara, como cuando dice “yo hago lo que he visto hacer a mi Padre”.
También durante su juicio, ante el Sanedrín, Jesús ratifica claramente su título, cuando le preguntan “Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?, Jesús les responde: “Dicen bien, yo lo soy” (Lc 22, 70) Y esto fue el motivo que tomaron como principal los sacerdotes para considerarlo culpable de haberse atribuido una divinidad que ellos consideraban falsa, es decir de haber blasfemado.
Sin embargo, Jesús estaba diciendo la verdad, una verdad que había sido proclamada por su propio Padre en dos momentos solemnes de su vida, en el Bautismo y en la Transfiguración, durante los cuales se escuchó la voz del Padre que lo llamó “Mi Hijo amado”, y Jesús mismo lo revela en diversos pasajes del evangelio donde habla de su conocimiento personal del Padre y de la misión que le fuera encomendada por este para la salvación de las almas.
El evangelio de San Juan nos dice: “Para quien cree en él no hay juicio. En cambio, el que no cree ya se ha condenado, por el hecho de no creer en el Nombre del Hijo Unico de Dios” (Jn 3, 18)
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca siempre.
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