NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN.
Continuando nuestro repaso del Catecismo, como contribución a las actividades del año de la fe, vamos a referirnos hoy a los párrafos que van del 484 en adelante, en los cuales se nos explica que Jesucristo fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen.
En nuestro repaso de la semana pasada, hacíamos al final una oración, tomada de la liturgia Bizantina, en la cual una frase decía: “Tú que eres inmortal, te dignaste, para salvarnos, tomar carne de la Santa Madre de Dios y siempre Virgen María”. Esta frase tiene un gran contenido que debiéramos meditar, por una parte se nos dice que aquel que nacería de la Virgen es un ser “inmortal” lo que de paso nos habla de su existencia anterior a la Encarnación y luego nos lo confirma al atribuir todo el proceso a una decisión suya “te dignaste, para salvarnos, tomar carne…” De tal forma que en María se cumplen todas las promesas y los preparativos que Dios había hecho al pueblo de Israel y por su intermedio a la humanidad entera, de que se nos daría un salvador, es por eso que este período de la historia se conoce como “la plenitud de los tiempos”.
María había consagrado su pureza y su virginidad a Dios, y es el mismo Dios quien le pide tener un hijo, lo cual dentro del razonamiento humano significaría perder esa virginidad, es por ello que se atreve a preguntarle al ángel de la anunciación: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”(Lc 1, 34) En la pregunta de María no hay dudas ni tampoco incredulidad, como lo hubo en el caso de Zacarías el padre de Juan el Bautista, quien por cierto quedó un tiempo mudo por este desliz, en María simplemente hay inquietud por el procedimiento, ella está dispuesta a hacer lo que sea necesario, por lo que su pregunta lo que significa es “¿qué debo hacer?” Y es cuando el ángel le dice: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti”(Lc 1, 35).
Es entonces cuando el Espíritu Santo es enviado para santificar el vientre de María y fecundarla por obra divina, sin que ella perdiera su virginidad, haciendo que ella conciba al Hijo Eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya.
De manera que Cristo está ungido por el Espíritu Santo, desde el principio de su existencia humana, aunque se vaya a ir manifestando luego gradualmente a toda la humanidad, primero a los pastores, luego a los reyes, a Juan el Bautista, a los discípulos y así sucesivamente hasta nuestros días en que esa manifestación sigue ocurriendo en aquellos que aún no le conocen, cumpliendo su deseo de hacerse revelar hasta en los confines de la tierra a todas las criaturas.
La Virgen María no fue escogida por azar en el momento de la Encarnación, sino que Dios la había escogido desde toda la eternidad para ser la madre de su Hijo y sin embargo, a pesar de ello, Dios quiso contar con su consentimiento voluntario, de allí la importancia del “si” de María, durante la anunciación, porque Dios quiso que esta decisión fuera el contraste con la decisión de Eva y así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida. A lo largo de todo el Antiguo Testamento vemos como distintas mujeres van a entrar en el plan de Dios, confiando en él y acogiéndose a su salvación, hasta que finalmente con ella, con la Santa Virgen María, excelsa Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca por siempre.
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