El pasado viernes meditamos sobre la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, entre palmas y vítores, entre aclamaciones y honras, ¡Hosanna, Hosanna en el Cielo! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Es la Gloria del Mundo.
Cuanto se esfuerzan los hombres por ganar la Gloria del Mundo y cuan efímera es, aquella misma multitud que recibió a Cristo el Domingo de Ramos, cinco días después lo quería crucificar, los mismos que gritaron Vivas y Hosannas, ahora gritaban ¡Crucifícale, Crucifícale!
Llegaron a preferir a Barrabás, un criminal empedernido, antes que al Hijo de David, el santo de los santos.
Es el ejemplo más claro de lo efímera que es la Gloria del Mundo, de allí que los hombres no deberían desearla con tanto afán sino despreciarla como se merece.
El juicio de los hombres es desleal e inconstante, sucede en el mundo artístico, en el político, en la tauromaquia y en tantos otros de la vida social, cuando el artista, el político o el torero llegan a la cumbre de su esfuerzo y reciben el aplauso de sus admiradores, cuando alcanzan la gloria del mundo, basta con un error, una mala actuación, una cornada, para que ya le den la espalda y comiencen a vitorear a su sucesor, así es de antojadiza la gloria del mundo.
La Gloria del Mundo es como un monstruo de muchas cabezas que no guarda lealtad para con nadie.
Nuestro enemigo común sabe que ambicionamos la Gloria del Mundo y por eso nos la adorna y no las hace ver como una meta deseable, para que hagamos todo lo posible por alcanzarla, pero es un engaño como todas sus argucias, sin embargo, muchos llegan hasta apartarse de Dios o enajenar su vida y su alma para lograrla.
Aquel mismo pueblo que llamó a Jesucristo Rey de Israel, ahora se atrevió a decir “No tenemos mas rey que al César” (Jn 19, 15) convirtiendo las ramas y las palmas que pusieron a su paso aquel domingo, en una corona de espinas, en un azote sangriento y en una cruz de muerte.
La Gloria del Mundo no es únicamente la cima de un estrellato, también la conseguimos a diario en nuestras vidas, cuando pensamos en lo que dirá la gente por lo que hacemos o dejamos de hacer, el famoso “Qué dirán” que tanto nos preocupa, nos lleva a poner al mundo por delante de la justicia y por delante de Dios. Medita en todo esto y medita en tu propia vida y no antepongas nunca al mundo a tu paz y tu tranquilidad, no te dejes engañar porque la Gloria del Mundo es efímera y traicionera.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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