Antes de iniciar la meditación de hoy, les recuerdo que es viernes de Cuaresma y que por lo tanto debemos guardar la abstinencia que manda la Iglesia, es decir abstenernos de comer carne durante este día, esta disposición obliga a los mayores de catorce años y hasta los sesenta años de edad. Asimismo, les recomiendo practicar hoy el rezo del Vía Crucis, esa preciosa oración que nos recuerda los pasos del Señor durante su dolorosa Pasión.
Los invito ahora a meditar un poco sobre la virtud de la esperanza, ¿Qué es la esperanza? Es una virtud sobrenatural por medio de la cual deseamos y esperamos la vida eterna que Dios nos ha prometido si le servimos y cumplimos sus mandamientos.
En el Bautismo se nos infunde esta virtud y corresponde a nosotros desarrollarla con el transcurrir del tiempo, alimentándola con las enseñanzas de la Iglesia y con la práctica de los sacramentos.
Es esta virtud la que nos hace posible superar los obstáculos que se nos presentan en la vida y la dureza del camino que nos lleva de vuelta a la casa del Señor. Dios nos ha prometido el cielo a todos y El no puede fallar en sus palabras y en sus promesas, es decir que si lo perdiéramos no sería por su culpa sino por culpa nuestra, es precisamente esa confianza en sus palabras lo que nos da fuerzas para logar nuestro objetivo.
Si como hemos dicho, adquirimos esta virtud aún cuando todavía no tenemos uso de razón, en la medida en que vayamos creciendo debemos fortalecerla mediante la realización de actos de esperanza, para no flaquear y demostrarle al Señor que no dudamos ni por un instante de sus promesas. Un acto de esperanza es por ejemplo la oración, hablar con Dios y decirle que confiamos en sus palabras que nos entregamos por completo a su voluntad y que deseamos hacer todo aquello que sea grato a su mirada.
Nuestra esperanza nos da plena confianza en que llegaremos a ganar el cielo, pero si por algún motivo llegáramos a ponerlo alguna vez en duda, esa duda no puede ser en el cumplimiento por parte de Dios sino en el cumplimiento por parte de nosotros, por tanto es de nosotros de quien debemos desconfiar, tratar de no olvidarnos que somos débiles y que la tentación siempre está al acecho para aprovecharse de nuestras flaquezas.
Pidamos pues en nuestras oraciones al Dios Todopoderoso que de fortaleza a nuestro espíritu y que no permita que nuestro corazón se endurezca hasta el punto de perder la esperanza en la salvación que El nos ofrece, que no desfallezca nuestra esperanza en ningún momento de nuestras vidas.
Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.
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