Estamos ya en la semana víspera de la Semana Santa, el próximo domingo será Domingo de Ramos, es decir el día que recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, pocos días después sería traicionado por uno de sus propios discípulos, apresado y juzgado, hasta ser condenado a la pena máxima de aquel entonces, la crucifixión y muerte en la Cruz.
Tenemos que vivir espiritualmente la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, no solamente traerlo a nuestra mente como un hecho histórico, como se hace con una fecha patria o el recuerdo de algún gran acontecimiento, sino que debemos interiorizar en nosotros el significado de todo esto que ocurrió, no con un razonamiento inventado por nosotros mismos, sino con la explicación que los evangelistas nos dan en las Sagradas Escrituras, que los Padres de la Iglesia nos han dejado en sus escritos y que la Tradición de la Iglesia Católica nos enseña.
¿Cuál es la razón de todo esto que vamos a rememorar en Semana Santa? Es la Redención del género humano, Dios viene al mundo para revelarnos la verdad y entrega a su Hijo por amor a toda la humanidad. Jesús derrama su preciosísima sangre por todos nosotros, sin ningún tipo de reserva, toda su sangre fue derramada “como el jugo de la uva bajo el lagar” (Orac. De Santa Brígida) como para que no quedara duda alguna sobre su misión redentora.
Nos cuenta Ana Katharina Emmerich en “Vida de María Madre” que la Virgen sufrió amargamente la flagelación de Cristo en la Columna, porque ella vió y lloró por lo que padecía su Hijo, con amor y dolor indecibles. Por su parte Claudia Procla, esposa de Pilato, regaló a la Virgen unas piezas de tela, pensando que Jesús sería liberado y las usaría para curar sus múltiples heridas, pero la Virgen tomó aquellos lienzos y después que Jesús fue retirado de aquel lugar, conociendo el valor de aquel sagrado líquido, procedió a secar y limpiar con ellos el pie de la columna en donde Jesús había derramado su Preciosísima Sangre.
Nuestro Señor durante la última cena con sus apóstoles, previendo todo lo que habría de suceder, instituye la Eucaristía y así como una vez convirtió en las Bodas de Caná el agua en vino, ahora convierte el vino en su Sangre Preciosa y nos deja ese regalo inmenso a todos los hombres, para que podamos tenerlo siempre con nosotros. Vamos a acudir en Semana Santa al Sacramento de la Eucaristía, para que podamos tener a Jesús con nosotros y así cumplir con su santa voluntad cuando nos dijo “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19).
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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