lunes, 16 de marzo de 2009

X-029 Salud de los Enfermos.


La Santísima Virgen María es “Salud de los Enfermos” (Salus Infirmórum) dice una de las Letanías que rezamos al final del Santo Rosario y ello es muy cierto, porque ella cuida de la salud de nuestros cuerpos, como toda madre amorosa se preocupa cuando estamos enfermos o cuando hemos sufrido algún accidente y el hombre conocedor de esta virtud maternal, acude a ella como un niño lloroso a cobijarse en sus brazos en busca de su salud corporal.

Cuantas veces, durante esa desconocida etapa de la infancia de Jesús, habrá sucedido que el Dios humanado se cayera o tropezara y se lastimara y la Virgen acudió presurosa a sanarle su pequeña herida. Asimismo, ahora que somos sus hijos, ella está pendiente de nosotros y podemos tener plena confianza en acudir a ella y decirle: María, Madre mía, socórreme, sáname, alivia mi dolor.

En Betania se cuentan por millares los enfermos que han recuperado su salud gracias a los favores de la Santísima Virgen María bajo su advocación de María Virgen y Madre Reconciliadora de todos los Pueblos y Naciones, prueba de ello son las numerosas placas de agradecimiento que vemos por todos lados en las paredes que rodean el Santuario y ese número habría que multiplicarlo tomando en cuenta a todos aquellos ingratos que viéndose sanados no regresan para dar gracias, como ocurrió con aquellos diez leprosos a quienes Jesús sanó y que sólo uno de ellos, un samaritano, volvió para darle gracias postrándose a sus pies. “Jesús entonces preguntó: “¿No han sido sanados los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Así que ninguno volvió a glorificar a Dios fuera de este extranjero? (Lc 17, 17-18).

La Madre de Nuestro Señor y Madre Nuestra no solo se preocupa por nuestra salud física, sino también por la salud de nuestra alma, cuando estamos en pecado, es decir cuando nuestro espíritu está enfermo, ella es también “Refugio de los Pecadores” ( Refúgium peccatorum) con plena confianza podemos acudir a ella e implorar su auxilio para que alivie nuestro dolor espiritual, nos consuele y nos ayude a reconciliarnos con Dios por medio del Sacramento de la Penitencia.

Oh María Madre Mía, yo soy culpable de una de esas heridas que sufrió tu Hijo Jesús durante su Pasión, he pecado y estoy arrepentido de mi comportamiento, yo se que con mi actitud también te he causado dolor a ti que eres nuestra madre, perdóname y ayúdame a levantarme de este fango en que he caído, llévame de la mano que deseo reconciliarme con Jesucristo, para que El en su infinita misericordia me absuelva y me vuelva a la vida que perdí por el pecado, María yo confío en ti.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

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