viernes, 18 de junio de 2010

XI-055 Arrepentimiento, Humildad y Perdón.


ARREPENTIMIENTO, HUMILDAD Y PERDON.

Este es el camino de regreso desde el pecado hasta la casa del Padre: Arrepentimiento, Humildad y Perdón. “Me pondré en camino, volveré donde mi padre y le diré: Padre he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus asalariados.” Se levantó, pues y se fue donde su padre.”(Lc 15, 18-19).

El pecado causa placer y entusiasmo pasajero, casi siempre nos percatamos del error cometido al poco tiempo de sucedido, allí se abren dos caminos: continuar pecando o arrepentirnos. Por el primer camino nos hundimos más y más en la oscuridad, nos alejamos cada vez más de la luz de Dios, por el contrario, el camino del arrepentimiento es también dual, si nuestro arrepentimiento es sincero, si queremos volver al amor de Dios tiene que haber dolor de corazón, me duele haber ofendido a un Dios tan bueno. Es decir que es un arrepentimiento pensando en Dios, en el amor que le tenemos y que El nos tiene a nosotros sus criaturas, no pensando en nosotros mismos, ni pensando en que dirán mis amigos, esto me va a desprestigiar, allí no estamos elevando los ojos al cielo sino pensando en las cosas de la tierra.

La Biblia nos da un ejemplo de ese doble tipo de arrepentimiento, el caso de San Pedro y de Judas Iscariote, ambos pecaron al traicionar a Jesús y ambos se arrepintieron, pero Pedro lloró amargamente y volvió a los suyos a los apóstoles, volvió al grupo de Jesús, en tanto que el arrepentimiento de Judas lo llevó a la desesperación, a devolver las monedas y ahorcarse, es decir lo hundió más en el pecado porque su arrepentimiento no fue por amor a Jesús sino por amor a si mismo.

Cuando nuestro arrepentimiento es verdadero nos conduce a la humildad, nos acerca al confesionario, allí está Jesús, ante El debemos humillarnos, ponernos de rodillas e implorarle su perdón, allí le diremos ¿Quién se apiadará de mis maldades? Acuérdate de mi, Señor, pues llamaste a penitencia a la Cananea y al Publicano y recibiste a Pedro bañado en lágrimas. Señor y Dios mío atiende a mis plegarias, Jesús bueno, Salvador del mundo, que, por salvar a los pecadores, te entregaste a la muerte de cruz, mira a este mísero pecador que tu nombre invoca.

La misericordia del Señor nos otorgará el perdón deseado. Alabado sea Jesucristo.

Que la paz llegue a todos sus hogares, les recuerdo este fin de semana acudir a la misa dominical y rezar el rosario en familia para que permanezcan unidos en el Señor.

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