REZAD POR LOS “SANOS”.
Lo usual en nuestras oraciones es pedir por aquellas personas que están sufriendo alguna dolencia o enfermedad o que van a pasar por un momento difícil en su vida, como es el riesgo de una operación quirúrgica, rara vez lo hacemos por una persona que se encuentre bien de salud. Sin embargo, recordemos que somos cuerpo y espíritu y que una persona pueda que esté sana en su cuerpo físico pero pudiera estar enferma en su espíritu, la enfermedad del espíritu es el pecado.
Existe un enemigo que trabaja constantemente para perder los espíritus, es el tentador, con engaños y artificios nos da “razones” para pecar, nos dice por ejemplo que algo es un “prejuicio religioso” y que tú tienes “derecho” ha hacer tal o cual cosa para lograr una felicidad o una satisfacción personal, pero la realidad es completamente diferente lo que te propone es violar las leyes de Dios, cometer el pecado y separarte, alejarte de Jesús.
Durante un tiempo el pecado no cambia en lo más mínimo el aspecto físico de las personas, las podemos ver completamente sanas y sonrientes, lo que nos hace suponer que no necesitan de oración, pero están enfermas en su espíritu y esa enfermedad del espíritu va progresando internamente, calladamente, hasta que comienza a dar manifestaciones externas, como son el alejamiento de los sacramentos, la apatía religiosa, la ausencia de piedad, y hasta que llegue un momento terrible en que si le preguntaras como Pilato ¿a quien queréis que os suelte a Barrabás o a Jesús? Seguramente estará dispuesto a decirnos a Barrabás y si hacemos la repregunta ¿y que hago con Jesús, llamado el Cristo? Nos responderá: Crucifícale, crucifícale. (Camino, 296)
Vamos a rezar por esas personas que están aparentemente “sanas” y que pululan a nuestro alrededor, vamos a rezar por su salud espiritual, cualquiera que sea la fase de su enfermedad, vamos a pedirle a María Virgen y Madre, Reconciliadora de todos los pueblos y Naciones (La Virgen de Betania) para que reconcilie a esas personas con Dios, para que den un primer paso hacia un examen de conciencia y hacia el dolor de corazón para que se puedan acoger en los brazos amantísimos de Jesús que les espera en el Sacramento de la Penitencia y luego en el altar para servirles de alimento divino con la Eucaristía.
Para concluir recemos esta plegaria de la Sierva de Dios, María Esperanza: “Dios y Señor mío, condúcenos bajo tu luz, la luz que es luz viva y potente que abre los caminos y enciende al hombre de amor por Dios, por la Santísima Virgen y por el Pueblo de Dios, pueblo nuestro y pueblo tuyo que acatará tu voluntad y seguirá tus huellas, Señor. Amén.” (Puntal de Luz, pág 42)
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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