En nuestras costumbres sociales, cuando nace un niño, las amistades de los padres compran regalos para ese niño y los llevan cuando van a visitarlo por primera vez. Los padres por su parte, retribuyen la atención regalando una tarjetita de recuerdo con algún dije o algunas almendras adosadas a la tarjeta. ¡Que costumbre tan bella!.
Me pregunto por qué no ocurre igual con el nacimiento del Niño Jesús. Quizás porque desde pequeños nos han enseñado que el Niño Jesús es quien trae los regalos de Navidad, nos han acostumbrado a recibir de él, pero no a darle. Sin embargo, si nos adentramos en la identidad de ese Niño que va a nacer en Belén, tenemos que llegar a la conclusión de que somos nosotros los que estamos en deuda con El, o con su Padre que es lo mismo, se trata del verdadero Dios, se trata de aquel a quien debemos la vida y todo lo que somos o hemos podido ser hasta el momento, de manera que lo más lógico parece ser que seamos nosotros los que le llevemos un presente ¿no les parece?.
Así hicieron los reyes magos que viajaron desde Oriente guiados por una estrella, después de entrevistarse con el Rey Herodes se pusieron en camino hasta que la estrella se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. “Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra” (Mt 2, 11).
Nosotros estamos en camino hacia Belén, si estás de acuerdo conmigo debemos preparar nuestro regalo para el Niño Dios, ¿Ya escogiste tu regalo? Tienes que pensarlo muy bien, no es fácil regalarle algo a quien todo lo tiene y todo lo puede, pero si es posible.
En esto de los regalos siempre se acepta alguna asesoría, como preguntarle a alguien por los gustos de la persona o por lo que le hace falta.
En esto de los regalos siempre se acepta alguna asesoría, como preguntarle a alguien por los gustos de la persona o por lo que le hace falta.
Sabemos que Dios nos quiere puros, que se alegra infinitamente cuando un pecador vuelve arrepentido: “Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse” (Lc 15, 7).
¿Qué te parece este regalo? Una buena confesión, un arrepentimiento sincero de todo lo que hemos hecho mal, dolor de corazón y el propósito de no pecar mas, luego de la absolución, cuando estemos seguros de que Dios nos ha perdonado, acercarnos a la Eucaristía y recibirle en cuerpo, alma y divinidad. Y cuando lo tengamos en nuestro pecho, nos postraremos ante él como hicieron los reyes magos para adorarle, solo entonces si podemos pedirle algo, que nos haga mejores, mejores personas y mejores cristianos, y que cambie nuestras vidas de una vez y para siempre.
Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.
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