lunes, 24 de noviembre de 2008

IX-115 Protagonistas y Espectadores.


Alguien dijo una vez que en el mundo existen tres clases de personas: los que hacen que las cosas sucedan, los que ven lo que está sucediendo y los que ni se enteran de lo que ha pasado. No quisiera ni pensar que alguno de ustedes pueda estar en el tercer grupo, pero lo que si es cierto es que a todos en su momento nos ha tocado estar en alguno de los dos primeros, siendo protagonistas unas veces y otras siendo espectadores.

En una boda por ejemplo, los protagonistas son los novios, ellos reciben las felicitaciones y los buenos augurios, los regalos, las atenciones y los elogios, por otro lado están los invitados que en este caso son los espectadores, ellos ven toda la ceremonia, y participan del festejo y de la alegría que embarga a los contrayentes, cada quien juega su parte y esto debería ser motivo de satisfacción para todos. Sin embargo, hay algunos, especialmente entre los espectadores que envidian la posición de los protagonistas y quisieran recibir los honores y las lisonjas en su propia persona, es el amor propio y a las cosas circundantes que aflora de manera perjudicial.

El Altísimo, en su plan divino, tiene reservados para cada quien momentos en los cuales les tocará ser protagonistas y momentos en los cuales debemos ser espectadores, no podemos permitir que nuestro amor propio nos haga codiciar los momentos de los demás, no debemos entristecernos ni fatigarnos ni lamentar las preferencias y las lisonjas que reciban nuestros prójimos, por el contrario, cada quien debe jugar su papel y abandonarse libremente en la voluntad del Señor, dejando a un lado la sed de honores, aplausos, premios y lisonjas, de esa manera seremos felices siempre, estando tanto de un lado como del otro.

Nos dice Kempis (Op cit III-cap 27): “Por eso la quietud y sosiego del alma consisten, no en la satisfacción exterior de uno o más deseos, sino más bien en despreciar y cortar de raíz esos mismos deseos del corazón”.

Tenemos pues que aprender a esperar el momento de cada quien y aprender a disfrutar todos esos momentos que son venidos de la mano de Dios y que a la vez que son pruebas, serán también motivo de felicidad en nuestra vida si los recibimos con sabiduría y las justipreciamos como regalos del amor infinito de Dios hacia sus criaturas.

Op.Cit. Tomás de Kempis, “Imitación de Cristo”.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares
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