Continuamos nuestro camino hacia Belén, a lo lejos vemos una estrella resplandeciente que parece indicarnos la meta de nuestro viaje, debe ser la misma que orientó a los Reyes Magos que viajaron con sus regalos, desde Persia y de lugares muy distantes, para conocer y adorar al recién nacido nuevo rey de los judíos.
A lo largo de nuestra ruta vemos caras que están observándonos, están como al margen del camino pero no se atreven a incorporarse a nuestra caravana, tienen como miedo de comprometerse. Me recuerdan a aquellas personas que llegan hasta las puertas de la Iglesia y se quedan allí sin entrar, escuchando desde lejos las palabras del sembrador y desde luego muy distantes como para que las semillas caigan en sus mentes y en sus corazones. También nos recuerdan aquellas que si las vemos de vez en cuando en las misas, uno que otro domingo, que van como turistas, cuando tienen tiempo de sobra, miran por aquí y por allá, asumen una posición de indiferencia ante lo que hacen las otras personas y no se integran a la comunidad de los cristianos, estos observadores a pesar de estar adentro también están al margen.
“No tengáis miedo” era la consigna que predicaba en sus viajes el recordado Papa Juan Pablo II, animando a estos que no se atreven a entrar. ¿Cuál es la razón de esta actitud? ¿Qué les impide comprometerse?.
Hay afectos externos que los mantienen atados, como dice Kempis: “El que no está desprendido de toda criatura no podrá libremente atender a las cosas de Dios” Y cuando se habla de criatura no se refiere exclusivamente a las personas sino a todo lo creado por Dios, las cosas materiales y perecederas que constituyen el mayor obstáculo para nuestra vida espiritual.
Decía Jesús: “Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6, 21) Por eso no se atreven a entrar, porque su tesoro está afuera de la vida espiritual y temen perderlo, no se dan cuenta que no son ellos los que poseen el tesoro sino que es el tesoro el que los posee a ellos.
Pidámosle a la Santísima Virgen que nos ayude a todos a comprometernos, que nos ayude a entrar, para acercarnos a su hijo amado, para conocerle, amarle y adorarle, y para que su semilla germine fructíferamente en nuestros corazones y lo demos a conocer a los demás.
Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.
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