lunes, 5 de octubre de 2009

X-080 El Pan de Vida.


EL PAN DE VIDA.

Somos cuerpo y espíritu, lo hemos dicho muchas veces y así como nuestro cuerpo necesita de alimento y de ejercicio para crecer y vivir, también nuestro espíritu requiere de estos suministros, Dios se ocupa de procurar al hombre ambas cosas cuando observa que le es imposible por sus propios medios. Cuando los hebreos estaban en el desierto y no tenían con que alimentarse les proveyó del “Maná” que era una especie de pan que les llovió inesperadamente del cielo y ellos comieron de ese pan y pudieron sobrevivir.

Sin embargo, sabemos que el cuerpo es perecedero, tiene un límite de vida, en cambio el espíritu no, es por eso que Jesús nos dice: “Yo soy el pan de vida. Sus antepasados comieron el maná en el desierto, pero murieron; aquí tienen el pan que baja del cielo, para que lo coman y ya no mueran. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.” (Jn 6, 48-51).

En el momento en que Jesús expresa estos conceptos no había instituido aún la Eucaristía que bien sabemos lo hizo ya en la víspera de su Pasión, durante la última cena con sus apóstoles, por eso sus palabras fueron motivo de discusión entre los judíos que a su vez se preguntaban ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

Recordemos que en aquella cultura antigua existía lo que se llama el sacrificio de comunión que se ofrecía en el templo y que consistía en ofrecer una víctima, normalmente un cordero, que luego de sacrificado era comido por los fieles delante de Dios con el propósito de que ese acto los uniera a Dios. En este caso Jesús está pensando en que El mismo será la víctima, el cordero del sacrificio que está por suceder en el Calvario y que su cuerpo será propicio para la comunión y la unión del hombre con Dios. Luego en la última cena nos dirá que el pan consagrado cuando el sacerdote pronuncia las palabras “Este es mi cuerpo” es realmente el alimento de nuestro espíritu que nos dará la vida eterna.

Es más, ese pan consagrado ha sido también en muchos casos alimento del cuerpo, tenemos el ejemplo de varios santos que vivieron durante mucho tiempo alimentándose exclusivamente de la comunión.

Acudamos pues a la Eucaristía con más frecuencia, así como alimentamos diariamente nuestro cuerpo para no padecer hambre, debemos alimentar también nuestro espíritu con el cuerpo de Cristo que es el Pan de Vida y así realizar la unión perfecta con nuestro Dios.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

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