lunes, 26 de octubre de 2009

X-087 La Paz sea contigo.


LA PAZ SEA CONTIGO.

El saludo de la Paz que nos damos durante la Santa Misa, es una costumbre ancestral de los pueblos orientales, este saludo conlleva un deseo tanto de bienes espirituales, como la tranquilidad, la armonía, la concordia, como también bienes materiales o temporales.

En el evangelio encontramos varias ocasiones en que se habla del saludo de la Paz, por ejemplo cuando Jesús daba instrucciones a sus apóstoles sobre la forma en que deberían comportarse durante su misión apostólica, les dice que “En cualquier casa que entren digan primero: la paz sea con esta casa”, también en las apariciones de Jesús después de su resurrección, se presenta diciendo: “¡La Paz esté con ustedes!” (Jn 20, 19).

Los deseos de Dios para todos los hombres son de paz, cuando Jesús nació los ángeles proclamaban “Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”(Lc 2, 14) es decir que Jesús vino al mundo para traernos esa paz que nos desea el Padre y esa paz que recibimos de él, y que como hemos dicho implica no solo el deseo de bienes espirituales sino también materiales, debemos derramarla a nuestro entorno familiar y social, llevándola a la práctica es decir sin limitarnos exclusivamente al deseo, sino a procurar hacer todo lo que esté de nuestra parte para lograrlo, para construir esa paz, actuando con generosidad, con justicia y con amor hacia nuestros semejantes.

Nosotros como apóstoles o seguidores de Cristo debemos ser portadores de la paz, predicadores y constructores de la paz que el Señor nos desea, de esa manera estaremos difundiendo el Reino de Dios entre los hombres, esa es nuestra misión y no sólo darla por obligación o por cumplir, sino darla en abundancia sin regatearla, tal como Cristo nos enseñara.

Practiquemos durante la Santa Misa, en el momento en que el sacerdote abre los brazos y derrama sobre nosotros la paz de Cristo, intercambiemos un saludo de paz franco, “La Paz sea contigo”, estrechando las manos cariñosamente, con una sonrisa en los labios, sin llegar a esos excesos que pareciera una salutación de año nuevo ni trasladándonos de un sitio a otro desordenadamente, limitemos nuestro saludo a las personas que están a nuestro alrededor sean conocidos o no, poniendo el corazón en nuestras palabras, con un deseo sincero de paz y oremos por aquellos pueblos que viven alejados de la paz o que están en peligro de perderla, para que encuentren los caminos del Señor, que son los caminos del amor y la fraternidad.

¡Señor!, gracias por el don de la paz, danos tu paz, permite que podamos contribuir con nuestras acciones y con nuestra caridad a que todos nuestros semejantes puedan también disfrutar de esa paz que tú nos das, renueva cada día en nuestros corazones las ansias de paz para con nosotros mismos y para con nuestros prójimos. Amén.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.


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