LA UNIDAD FAMILIAR.
Mucho se ha hablado sobre la descomposición social en el mundo de hoy, siendo una de las causas fundamentales la desunión en las familias. Se nos han venido imponiendo patrones culturales que promueven esa separación de los sujetos que componen los núcleos familiares: el padre, la madre y los hijos.
La familia comienza con la unión de dos personas en matrimonio, luego se desarrolla en la medida en que vayan teniendo sus hijos y se consolida cuando todo el grupo vive en común. El matrimonio entre un hombre y una mujer de formación católica comienza con un juramento ante Dios: “Para toda la vida” “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. Sin embargo, las modernas sociedades buscan destruir estas bases elementales, facilitando por medio de leyes la separación o el divorcio de las parejas, desacreditando la unión religiosa y legalizando los concubinatos y para colmo de males legalizando y aplaudiendo las uniones homosexuales.
Si una pareja logra sobrevivir a esta andanada inicial, viene luego la cultura de la separación de los hijos que enseña la necesidad de que los hijos se independicen de los padres tan pronto como puedan o se considere que puedan defenderse en el mundo, o si se casan que las nuevas familias vivan separadas y lo más lejos posible de sus padres.
Mucho se ha hablado sobre la descomposición social en el mundo de hoy, siendo una de las causas fundamentales la desunión en las familias. Se nos han venido imponiendo patrones culturales que promueven esa separación de los sujetos que componen los núcleos familiares: el padre, la madre y los hijos.
La familia comienza con la unión de dos personas en matrimonio, luego se desarrolla en la medida en que vayan teniendo sus hijos y se consolida cuando todo el grupo vive en común. El matrimonio entre un hombre y una mujer de formación católica comienza con un juramento ante Dios: “Para toda la vida” “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. Sin embargo, las modernas sociedades buscan destruir estas bases elementales, facilitando por medio de leyes la separación o el divorcio de las parejas, desacreditando la unión religiosa y legalizando los concubinatos y para colmo de males legalizando y aplaudiendo las uniones homosexuales.
Si una pareja logra sobrevivir a esta andanada inicial, viene luego la cultura de la separación de los hijos que enseña la necesidad de que los hijos se independicen de los padres tan pronto como puedan o se considere que puedan defenderse en el mundo, o si se casan que las nuevas familias vivan separadas y lo más lejos posible de sus padres.
Eso no es lo que Dios quiere ni lo que más conviene a la humanidad, porque en la medida en que se separen las familias se desintegra la sociedad. Decía la Sierva de Dios María Esperanza: “El Señor lo que quiere es que las familias se unan y que no se separen” Ella precisamente fue llamada por Dios, desde la vida conventual a la que ella quería dedicarse, a vivir en el mundo, a casarse y tener hijos, para formar una familia y dar ejemplo de unidad familiar, fue lo que hizo, cumplió su misión y allí tenemos hoy a la familia Bianchini, formada por Padres, Hijos, Nietos y Bisnietos que hacen un total de más de 35 personas y que dan ejemplo al mundo de unidad familiar.
Jesús dice en su oración por el nuevo pueblo santo: “Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mi y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mi. Así alcanzaran la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mi.” ( Jn 17, 21-23 ).
Jesús dice en su oración por el nuevo pueblo santo: “Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mi y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mi. Así alcanzaran la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mi.” ( Jn 17, 21-23 ).
Por lo tanto el factor fundamental en la unidad familiar es el amor a Jesús, el respeto a Dios Padre y la voluntad y fuerza que da una formación cristiana de los hijos desde su más tierna edad. Protejamos la unidad de nuestras familias, defendámosla y lograremos una sociedad unida que pueda vivir en paz y armonía. Es lo que deseo a ustedes de todo corazón.
Que la paz llegue a todos sus hogares, les recuerdo este fin de semana acudir a la misa dominical y rezar el rosario en familia para que permanezcan unidos en el Señor.
Que la paz llegue a todos sus hogares, les recuerdo este fin de semana acudir a la misa dominical y rezar el rosario en familia para que permanezcan unidos en el Señor.