SER MEJORES CADA DÍA.
Cada vez que meditamos debemos hacernos el propósito de ser mejores cada día. Los propósitos no solo se hacen a principio de año, sino que cada vez que analizamos nuestro modo de ser, nuestro modo de actuar, nuestra perseverancia en la fe, es lógico que veamos las imperfecciones y es sabio que al reconocerlas procuremos corregirlas para ser mejores cada día.
Es como aquel pintor o aquel escultor que observa su obra casi terminada y advierte que requiere una pincelada más aquí y otra más allá, porque desea verla perfecta, idéntica a como la había imaginado en su mente de poeta, así debemos ser con nuestras vidas, ir perfeccionándola en cada uno de sus detalles, ¿para qué?, para hacerla agradable a los ojos de Dios.
Nos dice San Pablo en la carta a los Romanos: “Les ruego, pues, hermanos, por la gran ternura de Dios, que le ofrezcan su propia persona como un sacrificio vivo y santo capaz de agradarle; este culto conviene a criaturas que tienen juicio. No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto.” (Rom 12, 1-2)
Tenemos que ser críticos de nosotros mismos, estamos hablando de nuestra vida espiritual no de nuestro aspecto exterior, no se puede pensar que poniéndonos un sayal vamos a imitar a San Francisco, eso estaría bien para el Carnaval, pero no para nuestra vida interior, se trata de cambiar los criterios errados, de poner a trabajar nuestra mente y nuestro entendimiento en función de esa perfección que agrada a Dios, buscar una transformación, una renovación de nuestra vida, desechando todo aquello que nos perjudica y mejorando y preservando todo lo que es capaz de ennoblecer nuestra alma.
No miremos los defectos en los demás para hacer crítica o mofarnos de ellos, busquemos en nosotros esos defectos y procuremos corregirlos a lo mejor los tenemos iguales o peores y no nos hemos dado cuenta, seamos mejores cada día.
Vamos pues a hacer el propósito de ser mejores cada día, de profundizar esa renovación interior, de cumplir la voluntad de Dios, de mantenernos puros y limpios en nuestra conciencia para que seamos Templos dignos del Espíritu Santo y poder ofrecerle a Dios nuestras vidas como un sacrificio vivo y santo capaz de agradarle.
Que la paz de Cristo esté contigo y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre toda tu familia.
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