JESÚS, BUENA NOTICIA DE DIOS.
De acuerdo a lo que leemos en el Antiguo Testamento, realmente el pueblo de Israel era el pueblo escogido por Dios desde los tiempos más remotos, a él le brindó toda su protección, lo cuidó, y lo liberó de todos sus adversarios, como una gallina cuida de sus polluelos, como una madre cuida de sus hijos. “Mostró a su pueblo la fuerza de sus obras al darle la tierra de los paganos” ( Sal 111, 6). Sin embargo, la ingratitud privó en las mentes de los israelitas y en muchas ocasiones desviaron su camino, siendo sometidos a difíciles y largas pruebas que le hicieran reflexionar sobre el gran tesoro que tenían en sus manos, el Señor fue compasivo con ellos y les perdonó muchas veces.
Entre el pueblo israelita se fue formando una casta de sacerdotes que se podría decir “se adueñaron” de la religión y utilizando el nombre de Dios fueron creando leyes y normas de todo tipo que se constituyeron en pesadas cargas para el pueblo, desfigurando totalmente la imagen de Dios, haciéndolo ver como un Dios castigador y terrible, para así mantenerlos de esa forma dominados y oprimidos y hacer ellos su propia voluntad.
Dios envía entonces a Jesús con la buena noticia, es decir el Evangelio, para cambiar esta situación, para revelar la verdadera cara de Dios, su misericordia, su amor, su compasión y a la vez para establecer una nueva alianza con la humanidad, dejando a un lado aquella preferencia por el pueblo de Israel que no la supo apreciar y constituyendo un nuevo pueblo de Dios que iría mucho más allá de las fronteras de Palestina para extenderse por todos los rincones de la tierra, formado por todos aquellos que creyeran en la palabra de Jesús, se bautizaran y cumplieran sus mandamientos.
Nosotros formamos ahora ese nuevo pueblo escogido, no caigamos en los mismos errores que llevaron a Israel a perder aquel privilegio, sepamos reconocer la verdadera cara de Dios que es el rostro de Jesús, recordemos el diálogo entre el apóstol Felipe y Jesús, Nuestro Salvador: “Dice Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocieran a mí, también conocerían a mi Padre. En realidad ya lo conocen y lo han visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y eso nos basta. Jesús respondió: ¿Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.(Jn 14, 6-10)
Muchos en Israel no creyeron y aún hoy en día no creen que Jesús era el Hijo del Padre, siguen inmersos en sus errores, dice San Francisco que “ellos fueron condenados; y del mismo modo ahora, todos los que ven el sacramento que se consagra por las palabras del Señor en el altar por manos del sacerdote en forma de pan y vino, y no ven ni creen, según el espíritu y la divinidad, que es verdaderamente el santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, están condenados.” ( “San Francisco de Asís, Escritos”, traducidos por el Hno. Ricardo Fullone)
Terribles palabras, que no se refieren exclusivamente a los judíos, se refieren también a nosotros, meditemos en ellas, no es cosa de juego.
Que la paz de Cristo esté contigo y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre toda tu familia.
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