miércoles, 20 de junio de 2012

XIII-053 Cuidado con la Acedia!



CUIDADO CON LA ACEDIA!

La palabra Acedia, con acento prosódico en la e, es una palabra que últimamente ha caído en desuso, pero que tiene un significado muy amplio y por ello no debemos desecharla en nuestro vocabulario, además que nuestro idioma se empobrece en la medida que reducimos el número de palabras que utilizamos, tendencia por cierto muy actual bajo el imperio de la tecnología comunicacional.

Quizás la definición más sencilla de Acedia sea la pereza espiritual, un aspecto de nuestro comportamiento que hemos criticado en anteriores meditaciones y que consiste en anteponer el bienestar de nuestro cuerpo al bienestar del espíritu, nos dan flojera las cosas espirituales y preferimos las mundanas, las que dan placer y comodidad a nuestro cuerpo material. Cuando por ejemplo los domingos preferimos ir a la playa o alguna fiesta antes de cumplir nuestras obligaciones con Dios y con la Iglesia.

Sin embargo, la Acedia tiene significados más amplios, se podría decir que es la angustia ante el bien que es objeto de la esperanza cristiana y esa viene a ser una característica de nuestra civilización actual y de la cultura dominante. Santo Tomás de Aquino la considera como un pecado capital y la define como “tristeza por el bien divino del que goza la caridad”, él considera que la Acedia es tristeza por el objeto de las virtudes teologales y por eso, aunque se opone directamente a la caridad, también indirectamente va contra la fe y la esperanza y conlleva consecuencias desastrosas para toda la vida moral y espiritual.

La Acedia se manifiesta de muy diversas maneras, siempre como una especia de tristeza o envidia, como una incomprensión de los actos del amor, veamos el ejemplo en los evangelios, cuando Judas Iscariote en la cena de Betania, critica que a Jesús le laven la cabeza con un costoso perfume de nardo y decía: “¿Para qué tanto derroche? Este perfume se podía haber vendido muy caro para ayudar a los pobres.” Y Jesús les dice a los apóstoles: “¿Por qué molestan a esta mujer? Lo que ha hecho conmigo es realmente una buena obra. Siempre tienen a los pobres con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre. Al derramar ese perfume, sobre mi cuerpo, ella preparaba mi entierro. En verdad les digo: dondequiera que se proclame el Evangelio, en todo el mundo, se contará también su gesto, y será su gloria.” ( Mt 26, 10-13 ). Es la misma actitud de los que critican el cáliz y las custodias de oro que se usan en los templos y los llamados “Tesoros del Vaticano”, considerándolos también como un derroche y es porque no entienden los actos del amor que es generoso y no tiene medida.

Tengan pues mucho cuidado con la Acedia que ronda siempre a nuestro alrededor y que conlleva consecuencias desastrosas para nuestra vida espiritual, alejando nuestro corazón del amor de Dios y sembrando la disipación, el rencor y el odio a los bienes espirituales.

Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y sobre tu familia y permanezca siempre.

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