EL SEÑOR NOS HA INVITADO A ESTAR CON EL.
Constantemente el Señor nos da demostraciones de querer estar con nosotros, nos invita a estar con él, quiere nuestra compañía, para eso nos ha creado y cuando nos creó inscribió en nuestro corazón el deseo de verlo, por eso él nos atrae para que vivamos y encontremos en él una plenitud de verdad y de felicidad.
¿Por qué muchos hombres rechazan a Dios si tienen esa naturaleza? ¿A qué se debe su indiferencia? ¿Qué los motiva para rechazar la invitación del Señor a estar con él? Meditemos hoy sobre la respuesta a estas preguntas y a la más fuerte de todas: ¿Por qué yo no atiendo a su invitación?
Es probable que una de las causas sea el desconocimiento de Dios, lo hemos oído nombrar, hemos oído hablar de Jesús el Nazareno que fue crucificado hace dos mil años en tiempos del Imperio Romano, pero ¿sabemos realmente quién era Jesús y qué vino a hacer en este mundo? ¿Estamos acaso enterados de que Jesús fue una de las formas como Dios se ha revelado a los hombres?
Dios creó al hombre, pero el hombre no le conoció durante mucho tiempo, solo hasta que Dios quiso revelarse, quiso que el hombre le conociera y fue así como habló por medio de algunos de ellos, a los que llamamos profetas, Isaías, Jeremías, Elías, Daniel, Ezequiel, pero el hombre estaba ciego y rechazó a los profetas, el pecado nublaba su mente y su corazón, hasta el momento en que Dios decidió enviar a su Hijo único, a Jesús, para que nos diera la revelación completa. Dice San Juan de la Cruz: “Porque en darnos como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una sola vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar”.
Existe una parábola, en el Evangelio de San Mateo, que dijo Jesús a los sacerdotes y a los ancianos del pueblo en la que cuenta que “un Rey preparó un banquete de bodas para su hijo y mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero estos no quisieron ir.” ( Mt 22. 1-14) , excusándose de las más diversas formas, entonces el rey lleno de cólera, mandó invitar a otros, incluso a las personas desconocidas que encontrasen en los cruces de caminos, malos y buenos y la sala del banquete se llenó de convidados. Esta parábola se refiere al pueblo de Israel que fue el primer grupo de invitados y el rechazo que ellos hicieron a los profetas enviados por Dios, de allí que el Rey, que simboliza a Dios, se decidiera a invitar a personas desconocidas es decir a los paganos a todos aquellos que no formaban parte del pueblo escogido por Dios, para sustituir a los invitados originales.
A partir de la venida de Jesús, ahora todos formamos parte de un nuevo pueblo escogido, la Iglesia fundada por Jesús, los bautizados. El Señor de nuevo prepara una gran fiesta en el Reino de los Cielos y nos envía a sus criados con la invitación, no imitemos la actitud de aquellos invitados indignos, atendamos su llamado, no demos pie para que el Señor se aleje de nosotros e invite a otros a llenar el puesto que nos tiene preparado.
El Señor nos ha invitado a estar con él, en su mesa hay amor, la promesa del perdón, en su vino y pan está su corazón.
Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca por siempre.
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