miércoles, 10 de octubre de 2012

XIII-095 A los que creen haber perdido la Esperanza.



A LOS QUE CREEN HABER PERDIDO LA ESPERANZA.

Existen diversas maneras de reaccionar ante los momentos de frustración, de desanimo, de tristeza, de dolor por ejemplo ante la pérdida de un ser querido después de haber luchado largamente por su salud, cuando vemos que todo aquel esfuerzo que hicimos se derrumba de una sola vez, sentimos que nos falta el valor para recomenzar, es cuando creemos haber perdido la esperanza, unos reaccionan con violencia, con odio hacia todo, con deseos de destrozar todo a su paso, otros por el contrario se decaen, lloran inconsolables y buscan inútilmente una explicación. Y nosotros, los seguidores de Cristo, cómo debemos reaccionar?
Nuestra fe en Dios es nuestra fortaleza, de ella deriva la esperanza, por ella esperamos en Dios, por eso nosotros no podemos reaccionar con odio ni con recelo ni con pesimismo, porque sabemos y estamos convencidos que Dios todo lo puede, ”Hermanos, deseo que estén bien enterados acerca de los que ya descansan. No deben afligirse como hacen los demás que no tienen esperanza. ¿No creemos que Jesús murió y resucitó? De la misma manera, pues, Dios hará que Jesús se lleve con él a los que ahora descansan” ( 1 Tes 4, 13-14 )

Esperanza viene de esperar, nosotros esperamos en las promesas del Señor, cada día vemos salir el sol al amanecer, esa luz que nos alumbra viene cargada de esperanzas, cuando nos despertamos en medio de la oscuridad de la noche sabemos que Dios tiene preparado para nosotros una nueva aurora que pronto llegará la luz que va a disipar esas tinieblas que nos rodean, que nuestra enfermedad, nuestro dolor o nuestra desgracia la está viendo Dios desde allá arriba y que él enviará la luz de un nuevo amanecer.

Eso si, debemos saber distinguir entre las esperanzas terrenales y la esperanza eterna del gozo sin fin que Dios nos ofrece. Toda esperanza terrena tiene metas temporales, objetivos que caducan, porque todo en la tierra tiene su fecha de caducidad, las alegrías y las tristezas de este mundo son pasajeras, por eso toda esperanza terrena es fugaz. De allí que debemos alimentar nuestra fe para que no decaiga la esperanza que tenemos en el Señor, la fe se alimenta de la oración, la meditación, la penitencia y la eucaristía, Dios no nos ha creado para erigir aquí en la tierra una casa definitiva pero tampoco podemos olvidarnos de nuestras obligaciones terrenas, por eso debemos trabajar por ellas, santificándolas para que vivamos la paz y la llevemos a nuestros semejantes, para que nuestra esperanza sea luz para el mundo entero, iluminando a aquellos que la necesitan, nuestra esperanza debe servir para acercarnos más a los demás y abrir sus ojos y levantar sus párpados para que puedan contemplar el sol que está despuntando por el horizonte.

Gustavo Carías.

Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y tu familia y permanezca siempre.

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