lunes, 26 de agosto de 2013

XIV-065 La Encarnación y la Naturaleza de Jesús.



LA ENCARNACIÓN Y LA NATURALEZA DE JESÚS.

Vamos a repasar hoy los párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica que van del 461 en adelante, en los que se trata acerca de la Encarnación del Hijo de Dios y de su condición o naturaleza. Con la palabra “Encarnación” se quiere significar el hecho de que el Hijo de Dios haya asumido la naturaleza humana para llevar a cabo nuestra salvación. Ya decíamos en nuestra meditación catequística anterior que el Verbo de Dios se hizo carne para habitar entre nosotros, se despojó de sí mismo y tomó la condición de siervo, para hacerse semejante a nosotros los hombres y obedecer así los designios del Padre. Nosotros creemos en esta Encarnación y ese es uno de los signos distintivos de la fe cristiana.

Ahora vamos a la parte más difícil de nuestra meditación de hoy y es la que se refiere a la naturaleza de Jesús y que se ha prestado para muchas discusiones a lo largo de la historia, algunas de ellas con pronunciamientos que fueron considerados herejías, como los monofisitas o los arrianos y hubo que reunir a Concilios enteros para discutir la cuestión y establecer principios en los cuales debemos creer.

Los problemas surgen cuando tratamos de entender esta Encarnación y pensamos si Jesucristo era Dios o era hombre, si era ambas cosas o si en él había una mezcla confusa de ambas naturalezas, la verdad sobre este asunto fue establecida en forma definitiva por el Concilio de Calcedonia, aproximadamente en el año 451, este nos enseña que “hay que confesar a un solo y mismo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo: perfecto en la divinidad y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, compuesto de alma racional y de cuerpo; consubstancial con el Padre según la divinidad y consubstancial con nosotros según la humanidad, “en todo semejante a nosotros, menos en el pecado”(Hb 4,15).

Jesucristo, siendo Dios, había nacido del Padre antes de todos los siglos, por eso era que él le decía a los fariseos que había conocido a Moisés y a Abraham, que él ya existía cuando ellos vivieron y por supuesto los fariseos no le creían y le decían “pero si tú eres más joven que nosotros, como vas a haber conocido a Moisés y Abraham?” y es que ellos solo veían su naturaleza humana, la de un joven de treinta y pico de años, o sea el tiempo que hacía desde la Encarnación ocurrida en el vientre de la Santísima Virgen María. De manera que en Jesús existen las dos naturalezas, la humana y la divina, no confundidas sino unidas en la Persona del Verbo.

Es importante que tengamos esto muy claro, para no dejarnos confundir por opiniones equivocadas, “Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero hombre, tiene una inteligencia y una voluntad humanas, perfectamente de acuerdo y sometidas a su inteligencia y voluntad divinas que tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo”, con los cuales forma la Santísima Trinidad. Por lo tanto la Encarnación es el misterio de la admirable unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única persona del Verbo.

Recemos esta breve oración de la Liturgia Bizantina: “!Oh Hijo unigénito y Verbo de Dios! Tú que eres inmortal, te dignaste, para salvarnos, tomar carne de la Santa Madre de Dios y siempre Virgen María. Tú, Cristo Dios, sin sufrir cambio te hiciste hombre y, en la cruz, con tu muerte venciste la muerte. Tú, uno de la Santísima Trinidad, glorificado con el Padre y el Espíritu Santo, ¡sálvanos!.”
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca siempre.

No hay comentarios: