viernes, 31 de octubre de 2008

IX-105 Manifestación del amor de Dios.


“El amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha nacido de Dios, pues Dios es amor. Envió Dios a su Hijo único a este mundo para darnos la vida por medio de él. Así se manifestó el amor de Dios entre nosotros. No somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados: en esto está el amor (1Jn 4, 7-10).

La Biblia nos muestra como el amor de Dios se ha manifestado a los hombres desde los tiempos más remotos, primero por medio de los Patriarcas, luego por medio de los profetas y en la plenitud de los tiempos por medio de su Hijo único, como nos dice el evangelista San Juan en la cita anterior. Esta es su manifestación más grande pues por medio de ella nos ha revelado muchos de los misterios que encierra su divinidad. Sin embargo, la reacción del hombre no siempre ha sido de aceptación de estas manifestaciones, por el contrario, los que las han rechazado lo han hecho de manera violenta, agrediendo y matando a los profetas y crucificando a aquel que es toda verdad y pureza, al Hijo de Dios.

A pesar de todo Dios ha continuado manifestando su amor a la humanidad, porque el amor viene de él, y en los últimos tiempos ha enviado a la Santísima Virgen, la mujer que fue escogida por El para engendrar a su Hijo, la que fue concebida sin pecado original, la que vivió al lado de Jesús toda su vida terrenal y sufrió amargamente el rechazo del pueblo de Israel cuando una espada atravesó su corazón de madre, para luego recibir el premio eterno, la Gloria de ser la Reina del Cielo.

Ella nos trae ahora el mensaje del Padre, la manifestación de su amor, en Lourdes, Fátima, París, Beauraing y Banneux, Garabandal, Medjugorje, Finca Betania y tantos otros lugares que sería prólijo enumerar.

El hombre sin embargo sigue reaccionando al igual que a través de la historia, cuestionando las apariciones de la Virgen Santísima en lugar de aceptar la vida que viene en sus mensajes, llenos de amor y de ternura, porque es en realidad Dios mismo quien se manifiesta a través de ella, es el amor de Dios que quiere derramar sus gracias sobre todos nosotros para nuestra salvación.
Acudamos con fe a los santuarios marianos que la Virgen nos espera con los brazos abiertos, con gesto de madre que acoge a sus hijos, escuchemos los cánticos angelicales que adornan su mensaje de paz y acunémonos en su regazo para que sane nuestras almas y encienda en nosotros el fuego del amor y la reconciliación.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.


miércoles, 29 de octubre de 2008

IX-104 Los días pasan volando.

Con mucha frecuencia escuchamos esta expresión popular que pone de manifiesto nuestra nostalgia por la rapidez con que los acontecimientos buenos de la vida, parece que transcurrieran muy rápidamente. Sin embargo, sabemos que el hombre ha inventado equipos de medición del tiempo que son muy precisos y que nos dicen que aquella frase no es más que una impresión de nuestra mente que quisiera alargar unos momentos y acortar otros.

En nuestro camino hacia Belén, los días pasan volando, ya estamos por entrar en el penúltimo mes, veamos lo que ocurre en la casita de Nazaret, donde María y José aguardan la fecha en que vendrá al mundo el Hijo de Dios, el Mesías prometido. En sus momentos de descanso, la Virgen lee algunos pasajes de la Sagradas Escrituras a su esposo José y éste a su vez le hace preguntas y escucha las respuestas divinas de su Santísima esposa. Ella le confía muchas de las predicciones sobre la vida de Jesús, aunque hablando menos de lo referente a su pasión y muerte para no entristecer al corazón sensible de José.

Por su parte, el santo José piensa en los días que vendrán y en los cuales tendrá bajo su cuidado al Niño Dios, podrá tocarlo y escucharlo, comer y vivir con él en aquella humilde casita. Su dicha es tan grande que se duele de ser pobre y de no poder brindarle a su Dios los palacios y tesoros que quisiera darle. Pero la Virgen le aclara que Dios no ha querido venir al mundo en medio de riquezas que en realidad no le hacen falta, que su misión es la de encaminar a los hombres hacia la vida eterna y demostrar que esto se puede lograr en humildad y pobreza y que para lograr la felicidad es necesario desterrar de nuestros corazones la codicia y la arrogancia, que la posesión de bienes y riquezas es vanidad de vanidades como dice el Eclesiastés y que solo sirven para nublar el entendimiento y no dejar entrar la luz de la verdad.

Los días pasan volando, nuestra vida pasa también volando, ¿Para qué ocuparnos en acumular bienes y poner nuestra confianza en el dinero?¿Por qué no ocupar nuestra vida en merecer la felicidad eterna? El oro esclaviza y endurece los corazones y nos aparta de Dios y de su Divina Providencia que es lo peor que puede pasarnos.

Justo es trabajar y dejar de lado la ociosidad, pero sin poner la confianza en nuestros propios recursos, sino en la bondad y la providencia del Criador, para que nunca nos falte su asistencia y su amor. No desperdicies tu vida, recuerda que los días pasan volando.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.



lunes, 27 de octubre de 2008

IX-103 Excusarnos con Jesús


En un pasaje del evangelio de San Lucas leemos que Jesús dijo a alguien: “Sígueme”. El contestó: “Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre” Jesús le dijo: “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve a anunciar el Reino de Dios.” Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.(Lc 9, 59-62).

Es probable que esta situación haya ocurrido muchas veces en la vida de Jesús, en la que personas invitadas por él a seguirle se hayan excusado de alguna manera u otra, mucho más que la situación contraria, que también se nos narra en los evangelios, de personas como Mateo o como Zaqueo o los propios apóstoles que aceptaron de inmediato el llamado de Jesús y le siguieron, estos viven hoy no solo en nuestra memoria y en la historia sino, lo que es más bello, en el Reino de los Cielos, en cambio de los que se negaron apenas queda ese intercambio de palabras con el Maestro y luego cayeron en el olvido para siempre.

Desde luego que si yo te preguntara en este momento cual sería tu actitud ante un llamado similar, me responderías que tú dejarías todo por seguir a Jesús, el Divino Maestro, sin embargo, Jesús nos llama a todos constantemente, por intermedio de otras personas que nos trasmiten su mensaje, cuando alguien te dice : ¿Quieres acompañarme a Misa el domingo? O te dice: ¿Quieres rezar conmigo el Rosario? O cuando lees estas meditaciones o lecturas similares y sientes el llamado de Dios a la conversión, a la libertad, al rompimiento con el modo de actuar del común de las personas de este mundo, ese es el momento en que Jesús te está diciendo “Sígueme”, y recuerdas cuantas veces has dicho a la persona que te habla: “Hoy no puedo, tengo algo que hacer, quizás otro día”, “Me gustaría, pero estoy tan ocupado, tengo tanto trabajo”, estás haciendo exactamente igual que las personas del evangelio que se excusaron por no seguir a Jesús.

El Señor no nos obliga, nos invita, dulcemente: “Sígueme”. ¿Recuerdas tu primer encuentro con El?, en tu Primera Comunión, ¿qué le dijiste entonces? Señor siempre te amaré, nunca más me apartaré de ti, cómo podré pagarte Señor esta felicidad que me das hoy por primera vez, y después de aquel momento, cuántos beneficios has recibido de El y de que manera se los agradeces. Medita en estas consideraciones y escucha el llamado de Jesús, El no se cansa de llamarte porque las llamas de su Corazón arden incansablemente, no te sigas excusando, no aplaces más el momento del encuentro, acude presto como aquella primera vez, con la candidez de un niño inocente y dile aquí estoy Señor, nunca más me separaré de ti.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.


jueves, 23 de octubre de 2008

IX-102 En espíritu y verdad


En nuestra anterior meditación iniciamos un camino imaginario hacia Belén, alguien me comentó que le parecía muy pronto porque todavía estamos a dos meses de la celebración de la Natividad del Señor. En realidad deberíamos haber comenzado mucho antes, pues si a ver vamos a estas alturas ya la Virgen tiene siete meses de preñez y recuerden que ella, durante la Anunciación, tuvo noticia por medio del ángel que su prima Santa Isabel estaba en estado desde hacía seis meses y casi inmediatamente se puso en camino para ir a visitar a su prima y ayudarle en sus tareas durante los tres últimos meses de su embarazo.

Debemos imitar a la Virgen Santísima en todas sus acciones ya que ella es nuestro modelo de santidad y una de las cosas en las que podemos hacerlo es en que para ella no existían diferencias de tiempo de lugar o de ocupación, para practicar la fe y de esa manera adorar a Dios en espíritu y verdad, como lo dijo Jesús en aquella conversación con la Samaritana: “Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.


Entonces serán verdaderos adoradores del Padre, tal como él mismo los quiere. Dios es espíritu y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y verdad.” (Jn 4, 23-24)

No podemos por tanto hacer treguas ni intervalos ni ponernos a escoger sitios o lugares para adorar y dar gracias a Dios, porque él está presente en todas las cosas y en todo momento y así como nuestro cuerpo desde el momento en que nacemos comienza a respirar y nuestro corazón a latir en continuidad de manera que nuestro organismo se mantenga vivo, así también debemos de mantener nuestro espíritu creciendo en fe y en gracia de Dios sin interrupciones, procurando ejercitar las virtudes de la fe la esperanza y la caridad en todo momento y en cualquier sitio.

Si leemos la vida de la Virgen Santísima observamos que en sus viajes estaba siempre pendiente de las necesidades de aquellas personas que pasaban a su lado o que estaban cerca cuando se detenía en algún lugar y si el caso lo requería pedía a su Hijo que obrara a favor de aquella persona para sanarla o para liberarla de alguna opresión maligna, esta es sin lugar a dudas la mejor manera de manifestarle a Dios que lo queremos y que estamos dispuestos a servirle en todo tiempo y lugar, amando al prójimo como a nosotros mismos.

Si hacemos esto, también él estará con nosotros acompañándonos y no temeremos ningún mal, aunque pasemos por momentos difíciles y oscuros en nuestras vidas, tengamos fe en Dios y adorémosle en espíritu y verdad.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.


miércoles, 22 de octubre de 2008

IX-101 Vamos a Belén.


Ya comienzan a verse en los aparadores de las tiendas los primeros artículos navideños del presente año y la radio nos deja escuchar melodías que nos recuerdan estas dulces fechas. La alegría y la paz que trae la Navidad no se limita exclusivamente a la Noche Buena sino que se extiende y se presiente, es la paz de Dios que se llega hasta los hombres para darles su consuelo.
Esa paz viene de Belén, el sitio escogido por Dios para el nacimiento de su hijo Jesús, un lugar muy pobre, una ciudad muy pequeña de quien nadie pensaba que pudiera salir algo bueno, pero así son las cosas del Padre, siempre se va a lo más humilde a lo más sencillo, para enseñarnos, como decía María Esperanza, que “La Humildad es el puente de cristal que nos conduce al Cielo”.

Vamos pues también nosotros a Belén, iniciemos hoy nuestro camino y meditemos sobre lo que vamos a encontrar allí, hagamos como los Reyes Magos, vamos a guiarnos por la estrella, una estrella nueva que ha aparecido en el firmamento y que nos alumbra el camino hacia Belén.
¿Qué vamos a encontrar allá? Un aguinaldo muy popular dice: “Vamos pastorcitos, vamos a Belén, a ver a María y al Niño también”. Comportémonos humildemente, como aquellos pastorcitos que fueron informados por el Angel del Señor, que no hicieron preguntas, solo emprendieron su camino con sus ovejitas y fueron a conocer a aquel niño que acababa de nacer.


En efecto, como hemos dicho en otras oportunidades, a Dios podemos llegar a conocerlo por nuestra fe, no por nuestra razón, si vamos a Belén es porque tenemos fe en que aquel niño que vamos a ver es el Hijo de Dios, que no puede existir mayor dulzura que en su sonrisa, que no puede haber mayor paz que en aquel pesebre junto a la Virgen María, a San José y al coro de los ángeles cantando sus villancicos, dando Gloria a Dios y Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

“Que se alegren el desierto y la tierra seca, que con flores se alegre la pradera. Que se llene de flores como junquillos, que salte y cante de contenta, pues le han regalado el esplendor del Líbano y el brillo del Carmelo y del Sarón. Ellos a su vez verán el esplendor de Yavé, todo el brillo de nuestro Dios”. (Is. 35, 1-2).

Vamos a pues a Belén, iniciemos el camino, preparémonos para ese encuentro con la paz personificada en la Sagrada Familia de Nazaret para que ella nos cuide y nos proteja por siempre.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.


miércoles, 15 de octubre de 2008

IX-100 El Cuerpo y El Espíritu.


Demos gracias a Dios porque en este noveno año de las meditaciones hemos podido llegar hoy a la número cien, alabado y bendito sea el Señor por habernos utilizado como instrumento para que su palabra y su amor llegue a todos ustedes.

Mi hermano Ricardo me ha reenviado un mensaje de Internet que cuenta una leyenda en la que un anciano indio le dice a su nieto que dentro de cada uno de nosotros existe una pelea entre dos lobos, uno que es el ego, malo, lleno de furia, rabia, envidia, remordimiento, avaricia, arrogancia, auto compasión, resentimientos, mentiras, falso orgullo e ínfulas de superioridad. En tanto que el segundo lobo es bueno, está lleno de alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, empatía, verdad, compasión y fe. Al final el niño pregunta al abuelo que quién ganará en esa pelea, ¿Cuál de los dos lobos vencerá? Y el abuelo responde: Aquel al que alimentes.

Los hombres estamos compuestos por un cuerpo y un espíritu, un cuerpo que es materia, carne, sangre, nervios, órganos, todos movidos armoniosamente por un cerebro y un corazón que trabajan incesantemente, de ese cuerpo nos sentimos falsamente orgullosos, es nuestro yo, nuestro ego, si por algún motivo nos lesionamos en alguna parte de nuestro cuerpo, nos compadecemos a nosotros mismos y esperamos que los demás nos compadezcan y si hay algún culpable de nuestro mal nos llenamos de rabia y de resentimientos hacia esa persona, nos creemos superiores a los demás y envidiamos cualquier ventaja que alguno de ellos pueda tener sobre nosotros y ella nos puede llevar hasta mentir y cometer cualquier pecado por lograr satisfacer nuestras ambiciones, todo eso en su conjunto es el lobo malo.

Pero Dios nos ha insuflado un espíritu que es capaz de luchar contra todos esos defectos y todos esos pecados capitales del cuerpo, que es capaz de traernos alegría, paz, amor y felicidad, un espíritu que está lleno de bondad, de amor a los hermanos, de compasión no por nosotros mismos sino por los que nos rodean, ese espíritu representa al lobo bueno, a ese es al que tenemos que alimentar para que pueda vencer en la lucha de la vida.

Tomás de Kempis los llama a uno la naturaleza y al otro la gracia y dice: “La naturaleza repara en las cosas temporales, gózase en las ganancias terrenas, se contrista por las pérdidas que sufre y se enoja por la más leve injuria que le infieren de palabra..” ..”La gracia tiene ante los ojos las cosas terrenas, no está asida a lo temporal, ni se turba ante su pérdida, ni se irrita por las palabras ofensivas. Es que tiene puesto su gozo y su tesoro en el cielo, donde nada se pierde.”
Alimentemos pues nuestro espíritu practicando las virtudes, para que al final de esta vida terrena, cuando el lobo malo vuelva al polvo, la gracia salga vencedora y pueda ir a disfrutar de sus gozos y sus tesoros en el cielo.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

lunes, 13 de octubre de 2008

IX-099 El Orgullo Patrio.


Ayer estuve escuchando la grabación de un concierto que presentara un conocido compositor venezolano cuya música ha traspasado nuestras fronteras y es escuchado hoy en día en muchos países del mundo, lo cual me causó una gran satisfacción personal, sentí interiormente ese legítimo orgullo de ser nacido en este país, eso mismo que se siente cuando estamos lejos y escuchamos una música o un himno patrio o vemos a un compatriota, que creo que no es un sentimiento que vaya en contra de la modestia y de la humildad, ya que no es un envanecimiento fatuo sino que mas bien es como una emoción muy interior, como cuando vemos en la Plaza San Pedro una bandera de nuestro país, o en las tribunas de un evento deportivo internacional un grupo de hinchas criollos, yo creo que eso se puede definir como el Orgullo Patrio. Lo mismo que deben sentir nuestros hermanos de otros países en situaciones similares.

Desde el punto de vista espiritual, nosotros los católicos, hemos sido nacionalizados como ciudadanos de un Reino que no es de este mundo, el Reino de Dios. Con el Sacramento del Bautismo nacimos a la gracia de Cristo, se borró la herencia del pecado original y adquirimos esa “nacionalidad” de seguidores de Jesucristo, nuestro Rey.

Ya lo dijo Jesús a sus apóstoles: “Si el mundo los odia, sepan que antes me odió a mi. No sería lo mismo si ustedes fueran del mundo, pues el mundo ama lo que es suyo. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los elegí de en medio del mundo, y por eso el mundo los odia”(Jn 15, 18-19) Y durante el juicio infame, al responder nuestro Salvador a Pilato le dijo: “Mi realeza no procede de este mundo. Si fuera rey como los de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reinado no es de acá.” Pilato le preguntó:”Entonces, ¿tú eres rey?” Jesús respondió: Tú lo has dicho; yo soy Rey. Yo doy testimonio de la verdad, y para esto he nacido y he venido al mundo. Todo el que está del lado de la verdad escucha mi voz.” (Jn 18, 36-38).

Debemos por tanto sentirnos orgullosos de pertenecer a ese Reino, aún cuando por serlo pudiéramos a la vez ser objeto de odio y cuando eso suceda, debemos mantenernos firmes en nuestras posiciones como ha sido el ejemplo de tantos mártires de nuestra religión que prefirieron la muerte antes que renegar de su fe católica.

Tenemos el testimonio de Cristo que es la verdad, hemos escuchado su voz y estamos del lado de la verdad, El nos ha elegido de en medio del mundo y por tanto ya no podemos pensar en amar las cosas de este mundo sino las cosas del Cielo, en imitarle a El, en seguirle, en cumplir sus mandamientos, especialmente amándonos los unos a los otros como El nos ha amado. Proclamemos con orgullo: ¡Viva Cristo Rey!, ¡Gloria a Dios, alabado sea el Señor!.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

miércoles, 8 de octubre de 2008

IX-098 La Alegría de un Padre.


Es difícil encontrar situaciones para comparar la alegría de un padre al encontrarse con su hijo después de una ausencia prolongada, quizás la única que se me viene a la mente es la del momento en que ese hijo nació, porque en realidad es como si hubiera vuelto a nacer, son pocos los mimos y los cariños que puedan dársele, sin importar nada de lo que hubiera podido pasar anteriormente, sin tomar en cuenta si ese hijo hizo bien o hizo mal durante su vida pasada, la alegría es incuestionable.

Por eso es tan comprensible la parábola de Jesús sobre el Hijo Pródigo, aquel hijo que le pidió a su padre la parte de la herencia que le correspondía y se marchó a tierras lejanas donde despilfarró toda esa fortuna llevando una vida desordenada. Para su mayor desgracia, en aquella región ocurrió una escasez que lo hizo pasar mucha necesidad, apenas si consiguió un trabajo de alimentar cerdos en una cochinera, y se decía a si mismo que los asalariados de su padre vivían mucho mejor que él. Sin embargo, este hombre se sobrepuso al infortunio y poniendo toda su voluntad se decidió regresar a casa para decirle a su padre "Padre, he pecado contra Dios y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus asalariados." (Lc 15, 18-19). Y se puso en camino de regreso.

La Alegría del Padre fue inmensa al ver regresar a su hijo, se le colgó al cuello y lo besó, mandó que lo vistieran con las mejores ropas y ordenó preparar una gran fiesta para celebrar el acontecimiento, porque aquel hijo al que creía muerto había resucitado.

Lo que Jesús nos quiere decir con esta parábola es que igual sucede cuando pecamos, creemos disfrutar de libertad, pero en realidad nos separamos de nuestro padre, Dios, nos alejamos de El, caemos en esa muerte espiritual que tiene incluso peores consecuencias que la muerte del cuerpo ya que nos niega la posibilidad de entrar al Reino de los Cielos que es la casa del Padre, es nuestra propia ruina.

Pero que si reflexionamos y ponemos toda nuestra voluntad podemos regresar, por medio del sacramento de la Confesión, Dios es nuestro Padre y nos va a recibir con los brazos abiertos y habrá fiesta en el Cielo por nuestro regreso.

Cuando pecamos lo hacemos contra Dios, contra su verdad y su santidad, estamos rompiendo esa relación divina con nuestro Creador, pero El es todo amor y nos conoce y nos comprende, por eso espera nuestro arrepentimiento, nuestra vuelta al hogar, nuestro nuevo nacimiento a la gracia.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

martes, 7 de octubre de 2008

IX-097 ¡Que solos se quedan!...


“¡Dios mío, que solos se quedan los muertos!”, la frase es del insigne poeta español Gustavo Adolfo Bécquer en su poema “Cerraron sus ojos”, en el que nos narra su triste meditación ante la muerte de una pobre niña y el proceso siguiente de su velatorio y entierro, para quedar luego en lo que él llama “su último asilo, oscuro y estrecho”, en donde queda sola, casi a la intemperie, día y noche, sujeto a los cambios en las estaciones y a la lluvia y al viento, para caer al final en las preguntas que se hace: “¿Vuelve el polvo al polvo? ¿Vuela el alma al cielo? ¿Todo es vil materia, podredumbre y cieno?

En nuestra vida moderna, actualmente, se ha perdido aún más la consideración y el respeto por los difuntos, ya los velorios constituyen reuniones sociales en los que las amistades se reúnen para hablar y conversar sobre diversos temas, para tomar café o chocolate, mientras que el finado permanece solo como un objeto más en medio de la sala.

Para nosotros los católicos no debería ser así y debemos preocuparnos por revertir esta situación, ya que sabemos las respuestas claras a esa preguntas que se hacía el poeta español, estamos concientes de que el alma se separa del cuerpo y que vuela al cielo, mientras que es solo el cuerpo, la materia, lo que vuelve al polvo, y que en ese ascenso del alma nosotros podemos ayudar con nuestras oraciones y nuestras plegarias, con el rezo del rosario por ejemplo o con la celebración del santo sacrificio de la Misa y posteriormente con el novenario.

Pero nuestra responsabilidad comienza mucho antes, desde la etapa de la enfermedad, cuando todavía es tiempo de purificar aquella alma y obtener el perdón de sus pecados, por eso no debemos dudar en llamar un sacerdote a un enfermo, aunque no esté moribundo, para que se confiese y comulgue, para que reciba los santos oleos que muchas veces hacen que Dios le conceda una prórroga de vida y le permita concluir su misión en la tierra. Somos nosotros los que tenemos que hacer estas cosas, puesto que el enfermo está impedido y no puede hacerlo por si mismo, y seguramente Jesús nos pedirá cuenta de ello cuando nos toque el turno.

Tomemos la iniciativa, no dejemos solos a los enfermos ni a los muertos, ellos necesitan de nuestra ayuda, somos católicos y estas son obras de misericordia que debemos cumplir por amor a Dios y al prójimo.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.


lunes, 6 de octubre de 2008

IX-096 ¡Oh Dulcísima María!


Con estas palabras termina la letra del Salve Regina, el canto que se interpreta en honor a la Santísima Virgen María en todos los templos de la cristiandad en el mundo. ¡Oh Dulcísima María! , comparando la dulzura que disfrutamos en nuestra boca cuando saboreamos un riquísimo postre o un pedazo de torta, con la amorosa actitud de nuestra Santísima Madre al tratarnos como hijos suyos, con la diferencia de que esta dulzura la apreciamos en nuestro corazón y no en el paladar, porque ella sabe llegar a nuestro espíritu con suavidad y con palabras que son arrullos para nuestros sentimientos.

Nosotros sabemos distinguir la dulzura porque en alguna oportunidad hemos probado cosas amargas, también podemos decir lo mismo de la Virgen María, ella probó la amargura al presenciar la pasión de su Hijo Jesús, al verlo sangrante y clavado en la cruz, una espada atravesó su corazón, como lo había profetizado el viejo Simeón. La Virgen dijo a Santa Brígida: "ya que Adán y Eva, por comer una manzana vendieron al mundo, mi Hijo y yo, con un solo corazón lo hemos rescatado". Ella se vuelve ahora dulcemente hacia nosotros y nos habla de la estrechez del camino que conduce a la vida eterna, ese camino que nos mostró el Salvador y que nos invitó a seguirle. Un camino que no podemos modificar a nuestro gusto, estirándolo o ampliándolo para nuestra comodidad, es necesario que nos demos cuenta de la realidad que las cosas no son como a nosotros nos parezca sino según la Voluntad de Dios, los mandamientos no son ajustables a la medida de cada quien, por el contrario son leyes rigurosas en las que no podemos dejar de lado ni un punto ni una coma, porque de ello depende nuestra salvación o nuestra condena eterna.

La Virgen María en su quinto mensaje dado en las apariciones de Betania (Ver Bibliografía al pie) nos dice: "Hijitos, soy la Madre del Buen Consejo, medianera, que trata de persuadirlos a que escuchen el llamado, mi mensaje es de fe, amor y esperanza, y más que todo trae la reconciliación entre los pueblos y naciones pues es lo único que puede salvar este siglo de la inclemencia, guerra y muerte eterna. Hijos míos resta en sus manos la salud de un pueblo que pide justicia."
Ella no nos obliga a nada, ella es toda dulzura, simplemente "trata de persuadirnos a que escuchemos el llamado" ¿Cómo es posible permanecer sordos ante este llamado a la fe a la esperanza y a la caridad? Que modo tan suave de trasmitirnos con ternura infinita el amor de su Hijo. Ella es nuestra medianera, nuestra consejera, no desoigamos su dulce llamado.

Bibliografía: "La Glorias de María" San Alfonso María de Ligorio.
"Apariciones de la Virgen María en Betania", Pbro.Otty Ossa Aristizábal.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.

miércoles, 1 de octubre de 2008

IX-095 ¿Es pecado fumar?


Vamos a comenzar con un chiste porque el cristiano tiene que ser alegre. Había un señor que fumaba mucho y el médico le advirtió acerca del peligro del cáncer y le aconsejó que cada vez que tuviera ganas de fumar y encendiera un cigarrillo, lo arrojara al suelo y lo apagara; así lo hizo el señor por algún tiempo, cada vez que encendía un cigarrillo lo tiraba al piso y lo pisaba para apagarlo, este Señor de todas maneras un día se murió, y murió de cáncer, pero en el pie.
A pesar de ser un chiste, ese cuento tiene varias cosas que meditar, los fumadores empedernidos dicen que de algo tiene que morirse uno, pero yo les diría que si es de algo inducido por uno mismo eso es equivalente a un suicidio; otro podría decir que eso demuestra que es imposible quitarse el vicio una vez adquirido y yo le diría que eso es doblegar nuestra voluntad y a la vez es desconfiar en el poder de Dios.

Lo primero que tenemos que pensar es que nuestro cuerpo es la riqueza material más grande que Dios nos ha dado para que la administremos en esta tierra, es el talento mayor que nos ha encargado, cuando comulgamos se convierte en un sagrario vivo del Santísimo Sacramento, por lo tanto es nuestro deber conservarlo saludable y limpio, puro, con una pureza digna de recibir al Señor cada vez que nos acerquemos a la Eucaristía y al final de nuestra vida Dios nos pedirá cuenta de los talentos que nos dio y de la manera como los hemos administrado. ¿Qué le diremos acerca de nuestro cuerpo?

Si definimos al pecado, en forma general, como todo aquello que va en contra de la razón, desde luego que el fumar cae dentro de esa definición, pues cansados están ya los fumadores de oír, lo que ya para ellos es una cantaleta, acerca de los peligros que encierra el cigarrillo y la cantidad de muertes que se producen anualmente por cáncer del pulmón y cáncer de la garganta, pero para ellos el vicio está por encima de cualquier razonamiento y por encima de su voluntad. Sin embargo, tenemos que pensar que Dios supone que nos amamos mucho a nosotros mismos, puesto que en su mandamiento nos dice: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19, 18) ¿Cómo vamos a cumplir con ese mandamiento si no nos amamos a nosotros mismos? Se peca también contra ese mandamiento cuando exhalamos humo que contamina el ambiente en perjuicio de los demás, de nuestros prójimos, y también cuando damos mal ejemplo a nuestros hijos con nuestro comportamiento de fumadores.

Medita un poco hoy sobre todo esto y considera si has pecado o no con tu actitud de fumador, fórmate un juicio imparcial y luego pídele al Señor que te ayude ya que para El nada es imposible.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.