Demos gracias a Dios porque en este noveno año de las meditaciones hemos podido llegar hoy a la número cien, alabado y bendito sea el Señor por habernos utilizado como instrumento para que su palabra y su amor llegue a todos ustedes.
Mi hermano Ricardo me ha reenviado un mensaje de Internet que cuenta una leyenda en la que un anciano indio le dice a su nieto que dentro de cada uno de nosotros existe una pelea entre dos lobos, uno que es el ego, malo, lleno de furia, rabia, envidia, remordimiento, avaricia, arrogancia, auto compasión, resentimientos, mentiras, falso orgullo e ínfulas de superioridad. En tanto que el segundo lobo es bueno, está lleno de alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, empatía, verdad, compasión y fe. Al final el niño pregunta al abuelo que quién ganará en esa pelea, ¿Cuál de los dos lobos vencerá? Y el abuelo responde: Aquel al que alimentes.
Los hombres estamos compuestos por un cuerpo y un espíritu, un cuerpo que es materia, carne, sangre, nervios, órganos, todos movidos armoniosamente por un cerebro y un corazón que trabajan incesantemente, de ese cuerpo nos sentimos falsamente orgullosos, es nuestro yo, nuestro ego, si por algún motivo nos lesionamos en alguna parte de nuestro cuerpo, nos compadecemos a nosotros mismos y esperamos que los demás nos compadezcan y si hay algún culpable de nuestro mal nos llenamos de rabia y de resentimientos hacia esa persona, nos creemos superiores a los demás y envidiamos cualquier ventaja que alguno de ellos pueda tener sobre nosotros y ella nos puede llevar hasta mentir y cometer cualquier pecado por lograr satisfacer nuestras ambiciones, todo eso en su conjunto es el lobo malo.
Pero Dios nos ha insuflado un espíritu que es capaz de luchar contra todos esos defectos y todos esos pecados capitales del cuerpo, que es capaz de traernos alegría, paz, amor y felicidad, un espíritu que está lleno de bondad, de amor a los hermanos, de compasión no por nosotros mismos sino por los que nos rodean, ese espíritu representa al lobo bueno, a ese es al que tenemos que alimentar para que pueda vencer en la lucha de la vida.
Tomás de Kempis los llama a uno la naturaleza y al otro la gracia y dice: “La naturaleza repara en las cosas temporales, gózase en las ganancias terrenas, se contrista por las pérdidas que sufre y se enoja por la más leve injuria que le infieren de palabra..” ..”La gracia tiene ante los ojos las cosas terrenas, no está asida a lo temporal, ni se turba ante su pérdida, ni se irrita por las palabras ofensivas. Es que tiene puesto su gozo y su tesoro en el cielo, donde nada se pierde.”
Alimentemos pues nuestro espíritu practicando las virtudes, para que al final de esta vida terrena, cuando el lobo malo vuelva al polvo, la gracia salga vencedora y pueda ir a disfrutar de sus gozos y sus tesoros en el cielo.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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