miércoles, 29 de octubre de 2008

IX-104 Los días pasan volando.

Con mucha frecuencia escuchamos esta expresión popular que pone de manifiesto nuestra nostalgia por la rapidez con que los acontecimientos buenos de la vida, parece que transcurrieran muy rápidamente. Sin embargo, sabemos que el hombre ha inventado equipos de medición del tiempo que son muy precisos y que nos dicen que aquella frase no es más que una impresión de nuestra mente que quisiera alargar unos momentos y acortar otros.

En nuestro camino hacia Belén, los días pasan volando, ya estamos por entrar en el penúltimo mes, veamos lo que ocurre en la casita de Nazaret, donde María y José aguardan la fecha en que vendrá al mundo el Hijo de Dios, el Mesías prometido. En sus momentos de descanso, la Virgen lee algunos pasajes de la Sagradas Escrituras a su esposo José y éste a su vez le hace preguntas y escucha las respuestas divinas de su Santísima esposa. Ella le confía muchas de las predicciones sobre la vida de Jesús, aunque hablando menos de lo referente a su pasión y muerte para no entristecer al corazón sensible de José.

Por su parte, el santo José piensa en los días que vendrán y en los cuales tendrá bajo su cuidado al Niño Dios, podrá tocarlo y escucharlo, comer y vivir con él en aquella humilde casita. Su dicha es tan grande que se duele de ser pobre y de no poder brindarle a su Dios los palacios y tesoros que quisiera darle. Pero la Virgen le aclara que Dios no ha querido venir al mundo en medio de riquezas que en realidad no le hacen falta, que su misión es la de encaminar a los hombres hacia la vida eterna y demostrar que esto se puede lograr en humildad y pobreza y que para lograr la felicidad es necesario desterrar de nuestros corazones la codicia y la arrogancia, que la posesión de bienes y riquezas es vanidad de vanidades como dice el Eclesiastés y que solo sirven para nublar el entendimiento y no dejar entrar la luz de la verdad.

Los días pasan volando, nuestra vida pasa también volando, ¿Para qué ocuparnos en acumular bienes y poner nuestra confianza en el dinero?¿Por qué no ocupar nuestra vida en merecer la felicidad eterna? El oro esclaviza y endurece los corazones y nos aparta de Dios y de su Divina Providencia que es lo peor que puede pasarnos.

Justo es trabajar y dejar de lado la ociosidad, pero sin poner la confianza en nuestros propios recursos, sino en la bondad y la providencia del Criador, para que nunca nos falte su asistencia y su amor. No desperdicies tu vida, recuerda que los días pasan volando.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.



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