jueves, 23 de octubre de 2008

IX-102 En espíritu y verdad


En nuestra anterior meditación iniciamos un camino imaginario hacia Belén, alguien me comentó que le parecía muy pronto porque todavía estamos a dos meses de la celebración de la Natividad del Señor. En realidad deberíamos haber comenzado mucho antes, pues si a ver vamos a estas alturas ya la Virgen tiene siete meses de preñez y recuerden que ella, durante la Anunciación, tuvo noticia por medio del ángel que su prima Santa Isabel estaba en estado desde hacía seis meses y casi inmediatamente se puso en camino para ir a visitar a su prima y ayudarle en sus tareas durante los tres últimos meses de su embarazo.

Debemos imitar a la Virgen Santísima en todas sus acciones ya que ella es nuestro modelo de santidad y una de las cosas en las que podemos hacerlo es en que para ella no existían diferencias de tiempo de lugar o de ocupación, para practicar la fe y de esa manera adorar a Dios en espíritu y verdad, como lo dijo Jesús en aquella conversación con la Samaritana: “Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.


Entonces serán verdaderos adoradores del Padre, tal como él mismo los quiere. Dios es espíritu y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y verdad.” (Jn 4, 23-24)

No podemos por tanto hacer treguas ni intervalos ni ponernos a escoger sitios o lugares para adorar y dar gracias a Dios, porque él está presente en todas las cosas y en todo momento y así como nuestro cuerpo desde el momento en que nacemos comienza a respirar y nuestro corazón a latir en continuidad de manera que nuestro organismo se mantenga vivo, así también debemos de mantener nuestro espíritu creciendo en fe y en gracia de Dios sin interrupciones, procurando ejercitar las virtudes de la fe la esperanza y la caridad en todo momento y en cualquier sitio.

Si leemos la vida de la Virgen Santísima observamos que en sus viajes estaba siempre pendiente de las necesidades de aquellas personas que pasaban a su lado o que estaban cerca cuando se detenía en algún lugar y si el caso lo requería pedía a su Hijo que obrara a favor de aquella persona para sanarla o para liberarla de alguna opresión maligna, esta es sin lugar a dudas la mejor manera de manifestarle a Dios que lo queremos y que estamos dispuestos a servirle en todo tiempo y lugar, amando al prójimo como a nosotros mismos.

Si hacemos esto, también él estará con nosotros acompañándonos y no temeremos ningún mal, aunque pasemos por momentos difíciles y oscuros en nuestras vidas, tengamos fe en Dios y adorémosle en espíritu y verdad.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.


No hay comentarios: