lunes, 27 de octubre de 2008

IX-103 Excusarnos con Jesús


En un pasaje del evangelio de San Lucas leemos que Jesús dijo a alguien: “Sígueme”. El contestó: “Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre” Jesús le dijo: “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve a anunciar el Reino de Dios.” Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.(Lc 9, 59-62).

Es probable que esta situación haya ocurrido muchas veces en la vida de Jesús, en la que personas invitadas por él a seguirle se hayan excusado de alguna manera u otra, mucho más que la situación contraria, que también se nos narra en los evangelios, de personas como Mateo o como Zaqueo o los propios apóstoles que aceptaron de inmediato el llamado de Jesús y le siguieron, estos viven hoy no solo en nuestra memoria y en la historia sino, lo que es más bello, en el Reino de los Cielos, en cambio de los que se negaron apenas queda ese intercambio de palabras con el Maestro y luego cayeron en el olvido para siempre.

Desde luego que si yo te preguntara en este momento cual sería tu actitud ante un llamado similar, me responderías que tú dejarías todo por seguir a Jesús, el Divino Maestro, sin embargo, Jesús nos llama a todos constantemente, por intermedio de otras personas que nos trasmiten su mensaje, cuando alguien te dice : ¿Quieres acompañarme a Misa el domingo? O te dice: ¿Quieres rezar conmigo el Rosario? O cuando lees estas meditaciones o lecturas similares y sientes el llamado de Dios a la conversión, a la libertad, al rompimiento con el modo de actuar del común de las personas de este mundo, ese es el momento en que Jesús te está diciendo “Sígueme”, y recuerdas cuantas veces has dicho a la persona que te habla: “Hoy no puedo, tengo algo que hacer, quizás otro día”, “Me gustaría, pero estoy tan ocupado, tengo tanto trabajo”, estás haciendo exactamente igual que las personas del evangelio que se excusaron por no seguir a Jesús.

El Señor no nos obliga, nos invita, dulcemente: “Sígueme”. ¿Recuerdas tu primer encuentro con El?, en tu Primera Comunión, ¿qué le dijiste entonces? Señor siempre te amaré, nunca más me apartaré de ti, cómo podré pagarte Señor esta felicidad que me das hoy por primera vez, y después de aquel momento, cuántos beneficios has recibido de El y de que manera se los agradeces. Medita en estas consideraciones y escucha el llamado de Jesús, El no se cansa de llamarte porque las llamas de su Corazón arden incansablemente, no te sigas excusando, no aplaces más el momento del encuentro, acude presto como aquella primera vez, con la candidez de un niño inocente y dile aquí estoy Señor, nunca más me separaré de ti.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.


No hay comentarios: