“El amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha nacido de Dios, pues Dios es amor. Envió Dios a su Hijo único a este mundo para darnos la vida por medio de él. Así se manifestó el amor de Dios entre nosotros. No somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados: en esto está el amor (1Jn 4, 7-10).
La Biblia nos muestra como el amor de Dios se ha manifestado a los hombres desde los tiempos más remotos, primero por medio de los Patriarcas, luego por medio de los profetas y en la plenitud de los tiempos por medio de su Hijo único, como nos dice el evangelista San Juan en la cita anterior. Esta es su manifestación más grande pues por medio de ella nos ha revelado muchos de los misterios que encierra su divinidad. Sin embargo, la reacción del hombre no siempre ha sido de aceptación de estas manifestaciones, por el contrario, los que las han rechazado lo han hecho de manera violenta, agrediendo y matando a los profetas y crucificando a aquel que es toda verdad y pureza, al Hijo de Dios.
A pesar de todo Dios ha continuado manifestando su amor a la humanidad, porque el amor viene de él, y en los últimos tiempos ha enviado a la Santísima Virgen, la mujer que fue escogida por El para engendrar a su Hijo, la que fue concebida sin pecado original, la que vivió al lado de Jesús toda su vida terrenal y sufrió amargamente el rechazo del pueblo de Israel cuando una espada atravesó su corazón de madre, para luego recibir el premio eterno, la Gloria de ser la Reina del Cielo.
Ella nos trae ahora el mensaje del Padre, la manifestación de su amor, en Lourdes, Fátima, París, Beauraing y Banneux, Garabandal, Medjugorje, Finca Betania y tantos otros lugares que sería prólijo enumerar.
El hombre sin embargo sigue reaccionando al igual que a través de la historia, cuestionando las apariciones de la Virgen Santísima en lugar de aceptar la vida que viene en sus mensajes, llenos de amor y de ternura, porque es en realidad Dios mismo quien se manifiesta a través de ella, es el amor de Dios que quiere derramar sus gracias sobre todos nosotros para nuestra salvación.
Acudamos con fe a los santuarios marianos que la Virgen nos espera con los brazos abiertos, con gesto de madre que acoge a sus hijos, escuchemos los cánticos angelicales que adornan su mensaje de paz y acunémonos en su regazo para que sane nuestras almas y encienda en nosotros el fuego del amor y la reconciliación.
Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.
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